viernes, abril 22, 2011

Circus Circus (o de dormir en el último piso de la función)



Conseguimos una oferta en el último piso del hotel que además es circo los 365 días del año. El circo permanente más grande del mundo, quién lo diría. Un payaso nos da la bienvenida con su risa de neón intermitente, siniestra, tal como en aquellas películas de terror que de pequeña miraba con un ojo abierto y otro tapado, porque sabía de antemano que en este tipo de lugares, coloridos y amigables, siempre ocurría algo. La vista desde la ventana de la habitación es alucinante. Las Vegas a mis pies, luminosa y al mismo tiempo callada porque el vidrio lo separa todo. Mejor así. Es toda una odisea cada vez que queremos subir al cuarto. Son pasillos y pasillos, dos torres y unos ascensores que parecen que nos van a llevar para abajo y no para arriba. Un verdadero laberinto animado. La estructura interna parecería estar destinada a confundir a los huéspedes. A creer que están dentro de un juego de espejos y que por tanto ya pasaron por allí. 



En el camino hacia los cuartos, justo en el centro, me topo con un carrusel que en vez de caballitos tiene máquinas de jugar, por lo que observo como el dinero de los jugadores va disminuyendo  o aumentando rotativamente, de manera casi imperceptible. El carrusel es como una mecedora, yo misma lo comprobé más tarde. Afortunadamente gané. No mucho, claro, pero lo hice. Yo apenas alimentaba a la dulce bestia con billetes de a dólar, mientras observaba que algunos vecinos embutían en sus hocicos de luces billetes de 50 o de 100. 




Cruzamos un nuevo pasillo y aparecemos en un parque de diversiones interno, allí  termino haciéndome dos juegos en los que básicamente se paga para gritar. Yo no tuve que gritar por la super oferta que conseguí nos incluyo dos juegos de este tipo, así. Cruzamos nuevos pasillos, y yo pienso que entre estas paredes James Bond grabó escenas de la película Diamonds Are Forever en 1971, entre otros. Finalmente  seguimos las flechas y llegamos al escenario central. Un músico se sienta al piano, se abre el telón... es hora del malabarista.