Mi primer contacto con la muerte lo tuve cuando falleció mi abuelo. Fue una muerte violenta, cruda, inesperada, y a pesar de que no fue una muerte justa (¿acaso la muerte sabe de justicia?), él siempre la predijo. Murió dos días después del cumpleaños de mi madre y dos antes del día de la madre. Mi abuelo se llamaba Carlos Coronado Guevara y lo atropelló un auto en la avenida principal que da acceso a la que hoy es mi casa. Nunca supe los detalles o si me los contaron yo me encargué de embodegarlos. A manera general, se le reventó el cerebro y pare de contar.
Yo soy la mayor de mis primos. Tenía entonces 10 años. Recuerdo que cuando se le comunicó a mi madre sobre el accidente, lo primero que hicieron es llevarnos a mi hermana y a mí a casa de mis tíos y dejarnos al cuidado de una muchacha que ayudaba en casa, junto a mis primos pequeños. Pasaban las horas y el teléfono no sonaba. Mi hermana y mis primos se quedaron dormidos, yo aproveché para ir al baño. Entró una llamada. Al salir del baño la mujer ya había cerrado el teléfono. Dormí. A la mañana siguiente, muy temprano, otra vez me levanté y al dirigirme al baño, entró otra llamada y sólo escuché que la mujer decía: "La dirección de la funeraria La Paz es ...” Me quedé paralizada tras la puerta. No podría describir la sensación que esa frase me produjo. Ni siquiera fue como un golpe en seco sino como una especie de péndulo moviéndose lentamente mientras yo caía hipnotizada. No derramé una sola lágrima, ni le pedí a la muchacha que me explicara lo sucedido, mas bien dibujé una ligera sonrisa sobre mi rostro, volví a la habitación, me acosté en la cama y cerré los ojos susurrando: el abuelo está vivo, aunque digan que está muerto, el abuelo está vivo.
Yo soy la mayor de mis primos. Tenía entonces 10 años. Recuerdo que cuando se le comunicó a mi madre sobre el accidente, lo primero que hicieron es llevarnos a mi hermana y a mí a casa de mis tíos y dejarnos al cuidado de una muchacha que ayudaba en casa, junto a mis primos pequeños. Pasaban las horas y el teléfono no sonaba. Mi hermana y mis primos se quedaron dormidos, yo aproveché para ir al baño. Entró una llamada. Al salir del baño la mujer ya había cerrado el teléfono. Dormí. A la mañana siguiente, muy temprano, otra vez me levanté y al dirigirme al baño, entró otra llamada y sólo escuché que la mujer decía: "La dirección de la funeraria La Paz es ...” Me quedé paralizada tras la puerta. No podría describir la sensación que esa frase me produjo. Ni siquiera fue como un golpe en seco sino como una especie de péndulo moviéndose lentamente mientras yo caía hipnotizada. No derramé una sola lágrima, ni le pedí a la muchacha que me explicara lo sucedido, mas bien dibujé una ligera sonrisa sobre mi rostro, volví a la habitación, me acosté en la cama y cerré los ojos susurrando: el abuelo está vivo, aunque digan que está muerto, el abuelo está vivo.
... Han pasado muchos años, y sé que no me equivoqué.
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Nota: Quise subir este pequeño relato ayer, 9 de mayo, cuando se cumplían 12 años de lo sucedido. El abuelo todavía me habla, y aunque digan que está muerto... el abuelo está vivo.