Quiero compartir con ustedes uno de mis poetas colombianos más queridos: Jaime Jaramillo Escobar (1932-), el nadaista que escribía bajo el seudónimo X-504, el que únicamente puede escribir desnudo, no vestido, otro solitario por exelencia. De él, su amigo
Gonzalo Arango, decía:
Pienso que lo único que se parece a X-504 es un ombligo. Pues, ¿qué hay de más solitario en el mundo que un ombligo? (... Él) no hace de la soledad un mérito, ninguna ostentación, ni siquiera una desgracia. En él es lo más espontáneo de su naturaleza. He leído casi toda la obra de Jaramillo Escobar: Los Poemas de la Ofensa (1968), Extracto de poesía (1982), Sombrero de Ahogado (1984), Poemas de Tierra Caliente (1985) y Método rápido y fácil para ser poeta (2005). Es de éste último que hoy transcribo un fragmento que me encanta, quizá por ser una mujer esencialmente solitaria, por ser una Eterna Ausente. Siempre he dicho que la mejor compañía es aquella en la que me siento como si estuviese sola, conmigo misma... sin mácaras.

La Soledad del Poeta
Entre otros muchos cargos, se acusa a los poetas de preferir la soledad. Si bien, de acuerdo con Fernando González, "hay poca gente digna de que por ella se cambie la soledad", los motivos del poeta encuentran mejor arraigo en la frase: "la vida solitaria es para las fieras o los dioses". Louis Pauwels, en "El retorno de los brujos", trae esta cita inominada "Hay caminos en la soledad, hay ríos en el desierto". La vocación de soledad viene al poeta desde su espíritu contemplativo y místico tanto como por su conciencia del tiempo. Si el poeta fuera hombre de negocios tendría uno de esos relojes de veinticuatro horas, pero el poeta mide el tiempo por eternidades. Algunos autores son capaces de escribir en el bullicio, mas no sus mejores obras. La vida social es contraria a la vida creativa. La concepción de un asunto puede ocurrir en cualquier momento, pero el trabajo literario requiere aislamiento, silencio, concentración y tiempo indefinido. No se puede escribir con la horrible perspectiva de que pronto lo llamen a almorzar.
El hechizo o encantamiento bajo el cual escribe el poeta es frágil y delicado como todo lo sobrenatural. Si sobreviene un taladro en a calle, o la estridencia de un altoparlante, la conexión con el misterio se rompe y la poesía desaparece. Para el novelista no sería problema, porque su trabajo está planificado, pero una vez que huye el poema, nunca más vuelve a las manos del poeta, si el poeta sale a buscarlo se perderá o regresará con otro poema, pero el poema que se fue jamás será encontrado porque huyó a los anillos de Saturno.
Molesta mucho a las personas que los poetas se muestren como seres diferentes. Y sin duda lo son. Esas mismas personas lo certifican cuando lo señalan con el apelativo de poeta, que ni ofende ni ensalza. Es como decirle mula a una mula. Simplemente para las orejas.
De esa soledad escencial el poeta surge con algo de ridículo. Como en el verso de Baudelaire: "sus alas gigantescas le impiden caminar". Mientras más esfuerzos haga el poeta para ser como los demás y mimetizarse entre la multitud, esos mismos esfuerzos lo delatarán y no podrá eludir su destino. Por tanto, lo mejor es singularizarse y proclamar desafiantemente: "Soy el que soy". Entonces le responderán: -"Muy bien. Es el que es".
Podrá arrepentirse el poeta de dilapidar su tiempo en lugares públicos, con la gente pública, a las cuales se las llama "el público". Mas su sólo tiempo ganado será el que pase sumergido, siempre que no se olvide de sacar el periscopio. El buen poeta es sumergible.
Cuando el poeta se hace cotidiano desaparece detrás de sus anteojos. Como lo imprevisible siempre sucede, en tales momentos es mejor estar prevenidos. Por eso he comparado al poeta con una ballena. Aunque un crítico peruano, Edgar O'Hara, dice que la ballena de esos poemas es el lenguaje, con el cual, según él, el poeta tiene una brava lucha. Como si se pudiera luchar con una ballena. Tan pesada. Los críticos casi nunca, casi nunca entienden nada.
La soledad del poeta es comparable a la de la ballena en los mares. Esto lo distingue y le da a sus reflexiones cierto carácter único, aristocrático. "Las reflexiones del solitario- advierte Jean Cocteau- adoptan siempre un carácter aristocrático, muy molesto para los demás. Y nada incomoda más que la aristocracia, sea cual sea."
Nosotros, plebeyos, tenemos cuentas pendientes con la palabra aristocracia. Si al menos tuviéramos aristocracia espiritual no nos estaríamos exterminando como ratas.
NOTAS
1. Lo que quiere el sabio lo busca en sí mismo, el vulgo lo busca en los demás. CONFUCIO
2. La divinidad está en ti. No en las ideas o en los libros. HERMAN HESSE
3. A donde quiera que vayamos debemos ir desnudos y solos. HENRY MILLER
4. Hay un punto pasado el cual no puede avanzarse más que solo. ANDRÉ GIDE
5. El hombre sabio se queda en casa. EZRA POUND
6. Para vivir bien has de vivir sin que te vean. (Divisa de RENÉ DESCARTES)
7. Uno tiene que saber desaparecer. MARY RANAULT
8. La única puerta de salida se abre hacia adentro. Sentencia Oriental
9. El verdadero sabio es invisible. HI K'ANG (223-262)
10. Es de la naturaleza del talento diferenciarse de las multitudes, y pertenece al genio ser desconocido de sus contemporáneos. BALDOMERO SANIN CANO
11. Quise estar solo conmigo y con mi infancia, con mis cosas inútiles y juiciosas, a fin de comprender. CARLO COCCIOLI
12. Nadie, ni yo ni nadie, puede andar tu camino por ti. WALT WITHMAN
13. El escritor, el más solitario de los animales. LAWRENCE DURRELL
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Jaime Jaramillo Escobar, Método fácil y rápido para ser poeta. Caracas: Ed. La Casa de la Poesía, Colección Papeles de la Casa, 2005.