martes, diciembre 22, 2009

Next Stop: Isla de San Andrés, Colombia

(a manera de introducción)
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Como si el 2009 no me hubiese dado ya suficientes sorpresas en la carretera (quedan aún muchas crónicas por contar) viajar a ésta mágica Isla del Caribe ha sido una de las aventuras más luminosas. Tan repentina que ni siquiera supe al principio ni a dónde ni cómo ni con quien iría, aunque en el fondo sabía -guiada una vez más por mi intuición- que no debía preocuparme tanto, al fin y al cabo el entendimiento llega después, cuando el viajero -ya en soledad- asimila las palabras de los profetas callejeros, las enseñanzas de los filósofos de la noche o de los artistas anónimos que esculpen la tristeza hasta hacerla bella frente a nuestros ojos.
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Debería profundizar los detalles previos a este viaje a fin de situar al lector, pero lo cierto es que no hay detalles. Apenas tres testimonios de que los cruces de caminos existen. Les bastará con saber que hubo tres apariciones misteriosas. La primera: en junio de 2008: un baúl de madera llegó a mi casa con un mensaje cuyo remitente me deseaba felices fiestas del Inti Raymi (fiesta del sol) y en el que me decía que hace exactamente un año él me había conocido durante una comparsa con mi grupo de danza camino al Casco Viejo. Al final firmó como el Caballero de la Triste Figura. Algún Quijote sin dirección a la cual responder, pensé. Luego viajé por el mundo y pasó mucho tiempo para que el Caballero nuevamente se animara a enviarme un mensaje, ésta vez fue una botella que me llegó en plena presentación con Tullpucuna en la Mitad del Mundo. La botella contenía una carta en su interior. Llegué a creer que se trataba de un amigo a quien no había visto hace tiempo, pero no. El Caballero de la Triste Figura enumeraba uno a uno los cruces que habíamos tenido casualmente en la ciudad: ascensores, parques, avenidas, etc. La tercera y última botella llegó hace un par de semanas y en ella develaba su nombre: Carlos Quito, nombre que me pareció seudónimo, un tocayo que además llevaba mi ciudad como apellido. Se trataba de un director de teatro, artista y gestor cultural. Y para resumir su carta, Carlos decía lo que más se le presenta a un viajero son viajes, y así como he tenido diversos puentecitos para llevarlos a cabo ésta vez al parecer era él mi puente para llegar a la Isla.
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Carlos había participado el diciembre pasado en un concurso de monigotes de fin de año. Su tema fue "El circo de los políticos". Una interesante propuesta que incluía todo un show politiquero desde Bush hasta el derechista fallecido no hace mucho León FebresCordero. Carlos ganó el tercer lugar y el premio consistía en dos viajes a San Andrés Isla con todo pagado (aunque yo creí inicialmente que se trataba de Santa Ana, Manabí, debido a que justo la esquina de la carta se me rompió al tratar de sacarla de la botella). Carlos podía escoger a un viajero para que tomara el segundo paquete y en su generosidad pensó en mí ya que de alguna manera él había seguido mis viajes y crónicas. De manera que conocer el Caribe y escribirlo con el pulso que dictara mi ojo fue la consigna. Carlos lanzó la propuesta al aire como una moneda... esperando la cara o cruz de mi respuesta.
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No es nada extraño que se aparezca un psicópata en mi camino. Por eso de inmediato activé mi parte detectivesca, até cabos, saqué deducciones y enseguida supe quien era Carlos Quito. En efecto era director de un grupo de teatro y parte de la Corporación Quijotadas con cuya murga nos habíamos presentado en varias ocasiones en conjunto con mi grupo de danza. Sabía de quienes se trataban. Además de tener referencias confiables de amigos cercanos. Así que aparentemente no había peligro. Avisé de inmediato a mi madre, quien había estado presente cuando llegaron las botellas y desde luego a my dear Mark, mi compañero con quien tengo plena confianza y quien de hecho se alegró por la oportunidad de viajar a un lugar que no había imaginado, pero también como es natural temía que se tratara de un psicópata o de un perro más. Afortunadamente ni lo uno ni lo otro. Mark dijo: "Lucky you, more regalos. Alguien te cuida. Escribes y te caen cosas! " Y sí lo siento así. Pensar que había empezado la semana triste y derrepente mi destino gira y la termino en el centro de una Isla con la que me he encariñado en poco tiempo, sobretodo su gente. Nunca he sido de mar, en realidad. Nada me unido a él en escencia. Pero esta vez el mar me tocó de otra manera. Sola frente a la inmensidad de sus aguas vi como se separaron las tinieblas de la luz, me sentí Dios en su primer día. Sola frente a la revelación del amanecer. Y los personajes que a uno le van arrancando un pedazo de piel y de alma en cada despedida. Ya hablaré de ellos: de Romilda, de Emilio, de don Álvaro, de Rubén Darío, del mismo Carlos... y de Mauricio o Maurice o Capitán Maurice como yo le decía de cariño, el negro que encontré bajo la palmera y al que le dije: aquí estoy, me recuerdas, fuimos hermanos en alguna vida y juntos bailamos sobre carabelas destrozadas. Mauricio, Maurice, Capitán Maurice, heredero de arenas y tumbas de guerreros africanos. Buffalo Soldier, amigo, parcero, loco de mente. Ya lo contaré, ya lo contaré. Por ahora a dormir, que no lo he hecho en un par de días. Vela mi sueño Maurice, desde la Isla en la que cantas a tus muertos rodeado de agua.