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Hoy dormí tres míseras horas. Tres. Y encima tuve sueños que me dejaron más agotada. Escenarios dantescos, gente que no existe, mezclas absurdas entre conocidos. He regresado a mis insomnios, la mayoría -debo admitir- autoestimulados. Y cuando al fin quiero dormir, no puedo. Así que de madrugada me puse a revisar cosillas que dan cuenta de mis viajes y lo que a mi paso fui dejando. Cosas que nunca he publicado aquí y que seguramente algunos han leído en otras páginas amigas; otras cosas, desde luego, no se encuentran en ningún otro sitio más que entre mis pequeños tesoros: notas en servilletas, boletos de trenes, aviones, buses, barcos, facturas de hostales, palillos y hasta un pedazo de jamón disecado. Cartas, fotografías, apuntes casi ilegibles, en fin, todo aquello que ayuda a espantar a ese gran monstruo que es el olvido.
.De entre esas cosas, hoy rescato un texto-testimonio que a continuación comparto. Lo escribió el escritor Patxi Irurzun tras mi paso por Pamplona (del que tengo pendiente colgar algún fragmento en esta tierra). Recuerdo claramente ese viaje casi improvisado al que Pepe Pereza tuvo la amabilidad de llevarme desde Logroño. Qué gratos momentos pasamos esa tarde de otoño en la que yo reclamaba nieve, como un elemento casi mágico que hasta ahora desconozco, yo exigía nieve cayendo sobre mi cuerpo, pero Navarra me decía que aún no era tiempo, que más bien reserve abrigo porque se me venían días de hielo, sobretodo noches implacables. En fin, disfruté mucho la compañía de estos dos amigos queridos, y guardo esta evidencia con mucho cariño y gratitud.
.HURACÁN CARLA
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Por Patxi Irurzún
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-falta la foto-
la bella y la bestia (al lado de Carla uno aún parece más feo) y la foto de Hank
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Ayer, contra todo pronóstico meteorológico, pasó un huracán por Pamplona, un huracán con nombre de mujer (no es cierto que los huracanes lleven siempre nombre de mujer, por cierto, alternan las denominaciones masculinas y femeninas, y en este caso, de hecho, en realidad fueron dos huracanes, uno llamado Carla Badillo, y otro que responde por Pepe Pereza).
Carla y Pepe se dejaron caer por la vieja, fría y lluviosa Iruña (una pena que al final el aguanieve no llegara a más, hubiera sido todo un privilegio que Carla viera por primera vez la nieve junto a nosotros), a media tarde, y el huracán removió todo para que todo estuviera en su sitio, en el lugar exacto, sabéis de lo que os hablo, una de esas ocasiones en que uno encuentra las razones que dan sentido a todo por lo que lucha, escribe, sigue en el camino… en las que todo se ordena, plácidamente por dentro y la vida tiene sentido, aunque solo sea por unos momentos.
Ayer, contra todo pronóstico meteorológico, pasó un huracán por Pamplona, un huracán con nombre de mujer (no es cierto que los huracanes lleven siempre nombre de mujer, por cierto, alternan las denominaciones masculinas y femeninas, y en este caso, de hecho, en realidad fueron dos huracanes, uno llamado Carla Badillo, y otro que responde por Pepe Pereza).
Carla y Pepe se dejaron caer por la vieja, fría y lluviosa Iruña (una pena que al final el aguanieve no llegara a más, hubiera sido todo un privilegio que Carla viera por primera vez la nieve junto a nosotros), a media tarde, y el huracán removió todo para que todo estuviera en su sitio, en el lugar exacto, sabéis de lo que os hablo, una de esas ocasiones en que uno encuentra las razones que dan sentido a todo por lo que lucha, escribe, sigue en el camino… en las que todo se ordena, plácidamente por dentro y la vida tiene sentido, aunque solo sea por unos momentos.
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Carla vino con su libreta azul y sus anotaciones -escritas en un hermoso caos- sobre ese viaje que le está llevando por medio mundo (y en el cual Pamplona será una etapa, pequeña y casi fugaz, más, una modesta nota al pie) y dejó tras de ella estelas que nos conectan con lugares, incluso con épocas que nunca hubiéramos imaginado. Fue emocionante oírla hablar de sus encuentros con Ferlinguetti, Corso, Neeli Cherkovski… O fotografiarnos junto al busto de Hemingway, en el café Iruña , donde el escritor solía beber (beber mucho). Cuando Vicente y yo empezamos toda esta aventura nunca imaginamos que llegaríamos tan lejos, que un día nuestro libro estaría entre las manos de las personas que más cerca estuvieron de Bukowski (Linda, Neeli…) y que estos se interesaran por él; es emocionante ver las fotos, y oír a Carla contar sus conversaciones con los beatniks…
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Tengo, además, un pequeño tesoro, una foto que (según creí entender; Carla es una fuerza de la naturaleza, su conversación fluye como un torrente, y a veces resulta imposible recoger el caudal con las manos desnudas) sacó el padre de Neeli Cherkovski a Hank. No soy nada mitómano, pero no puedo evitar que se me ponga en piel de gallina el corazón, al pensar que de alguna manera, hay algo que me conecta directa, casi físicamente con el viejo indecente. Y tengo, además, también una pulsera para resistir, unas semillas de San Pedro que me protegerán de los malos, un poema manuscrito de Carla sobre el reverso de la foto de Hank...
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Tengo, además, un pequeño tesoro, una foto que (según creí entender; Carla es una fuerza de la naturaleza, su conversación fluye como un torrente, y a veces resulta imposible recoger el caudal con las manos desnudas) sacó el padre de Neeli Cherkovski a Hank. No soy nada mitómano, pero no puedo evitar que se me ponga en piel de gallina el corazón, al pensar que de alguna manera, hay algo que me conecta directa, casi físicamente con el viejo indecente. Y tengo, además, también una pulsera para resistir, unas semillas de San Pedro que me protegerán de los malos, un poema manuscrito de Carla sobre el reverso de la foto de Hank...
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Pero hay algo que me emociona aún más, y es la forma en que todo esto ha sucedido, en que las casualidades, las circunstancias, incluso (aunque suene grandilocuente) que el destino, han hecho que conozca a personas con las que no me siento un bicho raro, o no dejo de sentirlo pero me siento orgulloso de ello, personas con las que comparto inquietudes, miradas, sentimientos, personas como Carla, Pepe (que tampoco para, su cabeza es un campo que siembra y en el que recoge frutos, proyectos cada día), todos los hijos e hijas de Satanás… Hemos trazado una red (de la que JAB hablaba el otro día) que permite, por una parte, que algunos no caigamos al vacío, y por otra sirve para lanzar, atrapar, desarmar a las alimañas de la noche que demasiado a menudo nos acechan y lanzan dentelladas. Una red que debemos mantener bien trenzada y seguir extendiendo.