Encendiendo el fueguito sagrado.
Heráclito de Éfeso pensó al fuego como principio de todas las cosas. Nos dijo: "Este mundo, el mundo de todos, no lo ha creado ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que existió siempre, existe y existirá: un fuego siempre vivo, eterno, que se está encendiendo según medida y extinguiéndose según medida." (fr. 30). Sin duda un interesante planteamiento que el filósofo griego hizo alrededor del año 500 a.C.. Sin embargo, aquí, en los Andes, filósofos de estas tierras plantearon lo que Heráclito en su momento (no sólo eso, desde luego), con la diferencia de que nuestros ancestros lo hicieron miles de miles de miles de años antes. Y tan bien lo entendieron que una de las celebraciones más importantes dentro del calendario andino es el Mushuk Nina (fiesta del Fuego Nuevo), el 21 de marzo, en el que a medio día el sol cae recto, y en Kitu, específicamente, nadie proyecta sombra. Esa fecha es la que precisamente marca el inicio del nuevo año. El fueguito renueva, purifica, invoca. Qué bien lo comprendieron los taitas y las mamas, con qué sabiduría nos lo transmitieron. Por eso, miles de años después, aún seguimos encendiéndolo, aún seguimos danzando frente a él.
Reinaldo, compañero Tullpu, peinando su samarro.
Paola, del colectivo cultural Pumaski Yachana Wasi, meciendo la fanesca comunitaria
¡qué comida, carajo!
De izq. a der. Santiago, yop, atrás mío Paola, Max, mi mamá, una de las señoras que colaboró, Hugo, varios asistentes, y de espaldas Sasá.
Guardiana del fuego interno.