sábado, febrero 21, 2009

106 años de Anais Nin

Anais Nin
(Paris, 21 de febrero de 1903- Los Ángeles, 14 de enero de 1977)

Hoy se cumplen 106 años del natalicio de una de mis mujeres: Anais Nin. La neurótica, la descarada, la transgresora, la valiente, la bailarina de flamenco, la que al principio no fue tomada en cuenta por algunos editores y tuvo que imprimir sus propios libros, ayudando también a sus amigos, todos ellos escritores underground en Nueva York. La que estaba convencida de que la única anormalidad es la incapacidad de amar. La que mantuvo intensos romances con Henry Miller (quien le dedicó a Anais Primavera Negra) y con su esposa: June Mansfield; con sus psicoanalistas René Allendy y Otto Rank; con Joaquín Nin, su padre, entre otros, y su amistad con intelectuales y artistas como Dalí y Gala, Carpentier, César Vallejo, Pablo Neruda, Chaplin, Cortázar, Blaise Cendrars y Tanguy, André Breton, Antonin Aratud, etc.
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Hoy me limito a brindar por ella y copiar un fragmento de su Diario Amoroso: Incesto. El texto corresponde al día en que Anais cumplió 30 años; en él aparece, una vez más, la figura de su amante y compañero de letras Henry Miller.
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¡A tu memoria mi querida Anais!
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21 de febrero de 1933

Mi trigésimo cumpleaños empieza con un regalo de Henry, una página desenfrenádamente cómica en la cual ha escrito notas recordatorias para él mismo, como "Roba buenos libros de la Biblioteca Americana. Sé Tauro. En los días de frío, pinta las paredes del dormitorio con furia. Llévale Á Rebours a Anais. Invita a Zadkine a cenar." Luego me telefonea.
Paso una hora placentera con Allendy.
Los dos últimos días han sido soberbios, un poco agobiada por las tareas que me he impuesto. Un poco envejecida por mi amor a lo eterno. Ya a mis trece años era vieja, cuando sentí por primera vez los horrores de la vida y empecé a hacer de madre de mis hermanos. Un punto de semejanza con Allendy es que él también a dado su vida a los demás. Fundamentalmente, yo todavía no vivo para mí misma. Lo que realmente quiero es abandonar a Hugo, a Madre, a Joaquín, a Allendy y a Eduardo, para entregarme a Henry y a la aventura. Y nunca lo haré. No haré con otros lo que hicieron conmigo, ¡nunca!.

(...) No es por casualidad que mis amores y amistades ocupen en mi vida un lugar tan inalterable e importante.
Todo esto que refiero, todos los lugares, personas e incidentes se convierten en algo como una aventura, como un viaje, cuando estoy tendida en la cama de Henry, con la cabeza de él eposando en mi pecho. Duerme pesada y pacíficamente, cogido a mi mano, y yo permanezco tendida, maravillada de mi contento, de mi sensación de haber llegado, de haber alcanzado el fin y el propósito de mis actividades. Me parece que aquí estoy en mi hogar, y eso me aterra, porque no sé si Henry cree en la misma finalidad, en este matrimonio. Quizá sólo sea una etapa de su vida. Pero se despierta y me doy cuenta de cómo se aferra a mí. Pero la vida me da pavor. Comprendo los temores de Allendy. Sigo amando demasiado, me aferro demasiado. Mi amor no pierde intensidad ni siquiera dispersándolo.

Anais Nin, Incesto: Diario Amoroso. Ed. Siruela, España, 1995.

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