(fragmento)
Gohar vivía en la más estricta economía de medios materiales. La noción de la comodidad más elemental había sido proscrita hacía tiempo de su memoria. Odiaba rodearse de objetos; los objetos contenían los gérmenes latentes de la miseria, la peor miseria de todas, la miseria inanimada; la que engendra fatalmente la melancolía debido a su omnipresencia. Y no era que fuera sensible a las apariencias de la miseria; no le atribuía a esta ningún valor tangible; para él siempre constituyó una abstracción. Simplemente quería proteger su mirada de una promiscuidad deprimente. La desnudez de aquel cuarto poseía para Gohar la belleza de lo inaprehensible; en él se respiraba un aire de optimismo y libertad. La mayor parte de los muebles y objetos de uso ofendían su vista, no podían ofrecer ningún alimento a su necesidad de fantasía humana. Sólo las personas, con sus locuras innombrables, poseían el don de divertirlo.
Mendigos y Orgullosos. Ed. Pepitas de calabaza. Logroño. 2011