sábado, agosto 06, 2011

Del diario amoroso de Anaïs Nin

6 de octubre de 1933

Me siento infernalmente sola. Lo que necesito es alguien que pueda darme lo que doy a Henry: esta atención constante. Leo cada página que escribe, continúo sus lecturas, contesto sus cartas, lo escucho, recuerdo todo lo que dice, escribo sobre él, le hago regalos, lo protejo, estoy dispuesta en cualquier momento a renunciar todo por él, sigo sus pensamientos, intervengo en sus planes. Un desvelo apasionado, maternal e intelectual.

Él. Él no puede hacer esto. Nadie puede. Nadie sabe cómo. Es un arte, un don. Hugh me protege, pero no responde. Henry responde, pero no tiene tiempo para leer lo que escribo. No capta todos mis estados de ánimo ni escribe sobre mí. Padre no puede intervenir en mi obra. Sólo es solícito, como una mujer. Todo lo consigo en fragmentos, de modo incompleto, insuficiente, tentador. Y me quedo sola, y he de volver a mi diario para darme la clase de respuesta que necesito. Tengo que alimentarme yo misma. Tengo amor; pero no es suficiente. La gente no sabe cómo amar. 

Anais Nin. Incesto. Diario amoroso. Ed. Siruela. Madrid. 1995