martes, enero 13, 2009

Sigue la matanza en Gaza, y un texto de José Saramago


El número de víctimas en la operación militar israelí 'Plomo Fundido' en la Franja de Gaza supera ya los 900 muertos, mientras que el de heridos asciende a más de 3.800, de los cuales el 42 por ciento son mujeres y niños, sin que por el momento nada apunte a un fin inmediato del conflicto.

A continuación comparto con ustedes un texto que lo escribió ayer, en su bitácora, el escritor portugués, y premio Nobel, José Saramago, y con el que estoy totalmente de acuerdo. El texto se llama Imaginemos y se lo dedico a aquellas personas que, por ser supuestamente "realistas", dicen que es mejor no pensar en lo que pasa en Medio Oriente pues no podemos hacer nada. Me da rabia y pena con ellos pues aunque yo, como ciudadana común y silvestre no pueda hacer nada desde acá, y que -estoy conciente- con un escrito mío no se va a parar la masacre en Gaza, no puedo dejar de sentir y rechazar la masacre que el Estado de Israel está cometiendo ahora mismo. Ya no hay límite en ello, lo que está ocurriendo es totalmente repudiable. Y los que "podrían" hacer o interceder para detener esta masacre no lo han hecho, por cobardía e intereses. Pero no por eso el mundo es ciego ni mudo. Y el rechazo es cada vez más visible. Es fácil desconectarse de todo porque estamos lejos y no podemos cambiar esa realidad. Pero se trata de una cuestión de conciencia. Y si se procede de esa forma tan apática de decir: pero es que manifestándonos no cambiará nada, me parece que nos vuelve, de una u otra forma, en cómplices. No se puede ser híbrido. No se puede ser tan tibio e inhumano. En fin. Aquí el texto, lo acompaño con un par de fotos que son dolorosas, y que las coloco porque aunque quisieramos ver otras cosas, ESO es lo que está pasando.

Imaginemos

Enero 12, 2009 by José Saramago

Imaginemos que, en los años treinta, cuando los nazis iniciaron su caza a los judíos, el pueblo alemán hubiera bajado a la calle, en grandiosas manifestaciones que quedarían en la Historia, exigiéndole a su gobierno el final de la persecución y la promulgación de leyes que protegiesen a todas y cada una de las minorías, ya fueran de judíos, de comunistas, de gitanos o de homosexuales. Imaginemos que, apoyando esa digna y valiente acción de los hombres y mujeres del país de Goethe, los pueblos de Europa desfilaran por las avenidas y plazas de sus ciudades y unieran sus voces al coro de las protestas levantado en Berlín, en Munich, en Colonia, en Francfort. Ya sabemos que nada de esto sucedió ni podría haber sucedido. Por indiferencia, apatía, por complicidad táctica o manifiesta con Hitler, el pueblo alemán, salvo alguna rarísima excepción, no dio un paso, no hizo un gesto, no dijo una palabra para salvar a quienes iban a ser carne de campo de concentración y de horno crematorio, y, en el resto de Europa, por una razón u otra (por ejemplo, los fascismos nacientes), una asumida connivencia con los verdugos nazis mantendría el orden o castigaría cualquier veleidad de protesta.

Hoy es diferente. Tenemos libertad de expresión, libertad de manifestación y no sé cuantas libertades más. Podemos salir a la calle miles o millones que nuestra seguridad siempre estará asegurada por las constituciones que nos rigen, podemos exigir el final de los sufrimientos de Gaza o la restitución al pueblo palestino de su soberanía y la reparación de los daños morales y materiales sufridos a lo largo de sesenta años, sin mayores consecuencias que los insultos y las provocaciones de la propaganda israelí. Las imaginadas manifestaciones de los años treinta serían reprimidas con violencia, en algún caso con ferocidad, las nuestras, como mucho, contarán con la indulgencia de los medios de comunicación social y luego entrarán en acción los mecanismos del olvido. El nazismo alemán no daría un paso atrás y todo acabaría igual a lo que luego iba a ser y la Historia ha registrado. Por su parte, el ejército israelí, ése que el filósofo Yeshayahu Leibowitz, en 1982, acusó de tener una mentalidad “judeo-nazi”, sigue fielmente, cumpliendo órdenes de sus sucesivos gobiernos y comandos, las doctrinas genocidas de quienes torturaron, gasearon y quemaron a sus antepasados. Podría decirse incluso que en algunos aspectos los discípulos adelantaron a los maestros. En cuanto a nosotros, seguiremos manifestándonos.