jueves, junio 25, 2015

Rafael Argullol



Ninguna odisea puede puede equipararse con el retorno al cuerpo amado. Cuando nos aproximamos a él sentimos la huida de la muerte. Una vez llegados, somos inmortales.

El cazador de instantes. Cuaderno de travesía (1990-1995). Ed. Acantilado. Barcelona, 2007