He caminado hoy por las montañas.
Hacía un tiempo húmedo y toda la región estaba gris. Pero el camino era suave
y, a trechos, muy limpio. Al principio llevaba mi abrigo puesto, pero pronto me
lo quité, lo doblé y me lo colgué del brazo. Andar por aquel maravilloso camino
me producía cada vez más placer; tan pronto echaba cuesta arriba como volvía a
bajar bruscamente. Las montañas eran enormes y parecían girar sobre sí mismas.
Todo aquel mundo montañoso se me antojaba un gigantesco teatro. El camino se
iba amoldando espléndidamente a las laderas. De pronto bajé a un profundo
desfiladero, a mis pies murmuraba un río, un tren pasó volando a mi lado, entre
una magnífica nube de humo blanco. Como una corriente lisa y blanca avanzaba el
camino por la garganta, y al caminar crecía en mí la impresión de que el
angosto valle serpenteaba y se enroscaba en torno a sí mismo. Nubes grises se
habían posado sobre las montañas, como si fuera aquel su lugar de reposo. Me
crucé con un joven excursionista que llevaba una mochila a la espalda y me
preguntó si había visto a otros dos muchachos. No, le dije. Que si venía de muy
lejos. Sí, dije, y seguí mi camino. Al poco rato vi y oí pasar a los dos
jóvenes excursionistas, que iban con música. Una aldea se veía particularmente
hermosa con sus casitas bajas justo al pie de las blancas paredes de roca. Me
crucé con unos cuantos carruajes, nada más, y en el camino comarcal vi algunos
niños. No hace falta ver nada extraordinario. Ya es mucho lo que se ve.
SER CÁTARO
-
en este estado
corrupto
que apesta
ser puro
ser ácrata
ser libre
ser cátaro
es la mayor
disidencia
sobre las llamas
libérate
*Vicente Muñoz Álvarez*
Hace 8 horas