Escribo para mí. Para mi placer. Para mi vicio. Para mi dulce condenación. No me siento un escritor. Sí, en todo caso, un lector apasionado, capaz de conversar horas y horas sobre un libro. Pero ajeno. Y cuando uno escribe tampoco se siente un escritor, porque se está trabajando en la inconsciencia y lo único que importa es escribir. Porque hay tres cosas que a mí me han sucedido, me suceden que tienen similitud: una dulce borrachera bien graduada, hacer el amor, ponerme a escribir.


