lunes, enero 23, 2012

Edward Hooper


 summer interior, 1909

Mucho de lo que ocurre en un Hopper parece vincularse con cosas que pertenecerían al reino invisible situado más allá de los límites el cuadro: las figuras se inclinan hacia un sol ausente, los caminos y las vías férreas se prolongan en dirección a un punto de fuga que sólo podemos suponer. Sin embargo, muchas veces Hopper sitúa lo inalcanzable al interior de sus pinturas.

Mark Strand, Hopper, trad. y pról. de Juan Antonio Montiel, Barcelona, Lumen.