sábado, abril 10, 2010

Subiendo a Coit Tower

at the top
photo by Mark Álvarez. SF 2010
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Nunca había visto San Francisco desde las alturas a menos que fuese desde la ventana de un avión. Pero esa, desde luego, es una imagen distinta. Esta mañana, luego de casi dos años de vivir por temporadas en esta ciudad, he subido con Mark a Coit Tower en la colina de Telegraph Hill, en mi querido barrio de North Beach. Esta famosa torrecita, al igual que Alcatraz y Golden Gate Bridge, es uno de los símbolos de la ciudad de la niebla. A diario la visitan turistas de todas partes, quizá por eso -inconscientemente- he postergado la mía hasta hoy. Ni a Mark ni a mí nos gustan las aglomeraciones, por eso escogí un lunes nublado y silencioso para ascender los sesenta metros con mis botas rojas y mi diario.
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Antes de subir a la torre, aguardamos en Pioneer Park, una especie de jardín que rodea toda el área. Mark me contó una historia que a su vez se la contó Jeannette de Tosca. Resulta que en este lugar, a principios de los 60, los jóvenes solían equiparse con hamburguesas y bebidas para luego subir en caravana, y una vez arriba, parqueaban los autos de tal manera que formaban un gran círculo con los faros encendidos apuntando al centro y sintonizando, todos a la vez, la misma estación de rock n`roll, encendiendo la fiesta al aire libre.

Casas al filo del cerro. Al fondo: Alcatraz
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Coit Tower era un asunto pendiente y venir con Mark lo hizo aun más interesante. Me dice que para él también es algo nuevo ya que a pesar de que, como policía, patrulla el área de vez en cuando, jamás había subido a la torre. Su confesión me sorprende, es como si alguien me dijera que creció en Quito pero jamás ha visitado la Virgen del Panecillo. Aunque en su caso, en realidad es normal. Aparte de la aventura diaria que implica su trabajo como beat cop en el barrio italiano, lo suyo es visitar Cafés y librerías y no monumentos públicos. Yo sólo viajo a través de los libros, dice. Y es cierto, porque quienes lo conocemos, también viajamos con él a través de las historias que nos cuenta. Nunca he conocido alguien que pueda ubicar pueblos, zonas o referencias históricas o bélicas de cualquier parte del mundo con tanta facilidad y rapidez como él, así como descifrar el origen de palabras, nombres y apellidos extraños. Mark es un historiador autodidacta. Un no-viajero que viaja. Me recuerda un poco al organillero que aparece en el libro El Viajero del Siglo de Andrés Neuman, el personaje de esa ciudad imaginada que es Wandemburgo. El organillero, hombre sabio y solitario a quien no le interesa salir de su barrio porque en él tiene todo lo que necesita saber y aprender.
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Antes de subir al tope, nos quedamos observando los diferentes murales en la planta baja. Mark está del otro lado, estudiando la pintura de un policía de los años 30. El gendármen lleva un abrigo azul muy largo que oculta las armas, que al parecer habla por un teléfono publico de la estación de Auto Ferry camino a Oakland.
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(me pregunto cuál habrá sido el equivalente de Mark en aquellos tiempos)

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Coit Tower fue construida en 1933 con fondos otorgados por Lillie Hitchcock Coit, una mujer excéntrica que sentía fascinación por los bomberos de la ciudad. En su escalera circular se encuentran murales de 26 artistas e innumerables asistentes. Escenas de marinos, policías y ladrones, mujeres elegantes, obreros y bohemios se conjugan en un San Francisco durante el período de la Gran Depresión. Las pinturas además muestran rasgos comunes con los murales de Diego Rivera. De hecho, una vez que Man at the Crossroads del pintor mexicano fue destruído en Rockefeller Center para colocar en su lugar una imagen de Lenin, los artistas californianos en forma de protesta colocaron características muy parecidas a las de Rivera en los murales de la torre.
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Ingresamos en un ascensor muy viejo, de esos que aparecen en el cine en blanco y negro. Mientras subimos, el ascensorista, un joven asiático, nos habla sobre su oficio. Por instantes escucho el eco de fierros y cadenas. Mi lado fatalista me hace pensar en una posible falla en el sistema. Suena como si en cualquier momento fuésemos a quedar atrapados entre piso y piso. Sé que Mark desea que la puerta se abra inmediatamente. Imagino las sensaciones de un claustrofóbico. Sé que el hecho de estar encerrado lo pone nervioso. Lo veo y sonrío. Sé que en realidad subió por mí. Y eso me encanta. Me encanta saber que me acompaña, que me complace, que me cuida, que quiere verme feliz.
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The cop and the poet

Parte de la ciudad. Al fondo: The Golden Gate Bridge
Cae la noche y Coit Tower se enciende. Ascenso. Descenso. Vértigo. Somos dioses que se creen águilas. Espiral donde se pierden nuestros cuerpos. Pasillos invisibles. Eterno retorno. Ascenso. Descenso. Vértigo. Cuántos se han besado en esta torre. Ascenso. Descenso. Vértigo. Cántame al oído la canción que destrozó el viento.