viernes, abril 30, 2010

I walk the line - Johnny Cash

Cuestión de Azar

Analfabeto aprueba concurso a cargo público en Brasil respondiendo al azar

AFP | Río de Janeiro, Brasil

La justicia brasileña pidió anular la designación a un cargo público de un agricultor que confesó ser analfabeto y haber pasado la prueba de aptitud respondiendo al azar.

José Santos confesó ser analfabeto y haber pasado la prueba respondiendo "al azar" las preguntas de múltiple opción, informó la prensa brasileña este jueves.

Santos debe ser excluido de la selección por no tener requisitos mínimos como enseñanza básica para ejercer el cargo de agente patrimonial de la alcaldía de Ribeirao (82 km de Recife), señaló el Ministerio Público.

El hombre logró uno de los 70 cupos disponibles al marcar aleatoriamente el cuestionario que incluía preguntas de matemáticas y conocimientos generales. Santos reconoció que apenas sabe escribir su nombre, aunque identifica las letras.

jueves, abril 29, 2010

Isadora Duncan (a propósito del Día Internacional de la Danza)

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"Me dedicaba a leer todo lo que se había escrito en el mundo sobre el arte de la danza, desde los primeros egipcios hasta el día, y tomaba nota especial de todo lo que iba leyendo; pero cuando hube terminado esta tarea colosal, comprobé que los únicos maestros de baile que yo podía tener eran Jean Jacques Rousseau "Emilio", Walt Whitman y Nietzsche."

Isadora Duncan

miércoles, abril 28, 2010

Sobremirar

Atenta
by Mark Álvarez. SF, 2010

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"En los silencios de la noche la yegua abría los ojos como si estuviera rodeada por la eternidad".

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Clarice Lispector

martes, abril 27, 2010

De diarios y pérdidas - André Gide

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Diario de Eduardo:

Segunda Visita a la Pérouse

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» 2 tarde. — He perdido mi maleta. Bien hecho. De todo lo que contiene, no me interesaba nada más que mi diario. Pero me interesaba demasiado. En el fondo, muy divertido con la aventura. Entretanto, me gustaría recuperar mis papeles. ¿Quién los leerá?... Quizá, desde que los he perdido, exagero su importancia. Ese diario se interrumpía en mi salida para Inglaterra. Allí lo he anotado todo en otro cuaderno; cuaderno que he dejado ahora que estoy de regreso en Francia. El nuevo, en el que escribo esto, no saldrá tan fácilmente de mi bolsillo. Es el espejo que paseo conmigo. Nada de lo que me sucede toma para mí existencia real hasta que no lo veo reflejado allí.

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André Gide, Los monederos falsos, ed. Seix Barral. Barcelona 1985

Veladora

In sepia. Hotel Boheme. SF 2010

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... Y aquí me tienen,

velando la madrugada.

Cuidándola de los que quieren matarla

con el sonido implacable de un reloj.

lunes, abril 26, 2010

El arte, ejercicio de la crueldad - Georges Bataille

El garrotillo (el Lazarillo de Tormes)
Francisco de Goya. Anterior a 1812
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El pintor está condenado a complacer. Por ningún medio podría convertir a un cuadro en objeto de aversión. Un espantapájaros tiene la finalidad de asustar a los pájaros, alejarlos del campo donde está enclavado, mientras que el cuadro más terrible está allí para atraer a los visitantes. Un suplicio real también puede despertar interés, pero en general no podría decirse que tenga el mismo fin: esto ocurre por un conjunto de razones; aunque en principio sus fines difieren poco de los del espantapájaros: a la inversa del objeto de arte, se ofrece ante la vista para alejar del horror que expone. Mientras que el supliciado de los cuadros ya no intenta amonestarnos. El arte nunca se encarga de la tarea del juez. Por sí mismo no despierta interés en horror alguno: ni siquiera es imaginable. (Es cierto que en la Edad Media la imaginería religiosa lo hizo con el infierno, pero precisamente porque el arte no estaba diferenciado de la enseñanza.) Cuando el horror se ofrece a la transfiguración de un arte auténtico, lo que está en juego es un placer, un placer fuerte pero placer al fin.

Sería vano ver en esta paradoja el simple efecto de un vicio sexual. Los espectros fascinantes de la desgracia y del dolor mantienen siempre obstinadamente, en los cortejos de figuras que formaban el trasfondo festivo de ese mundo, una especie de determinación muda, inevitable e inexplicada, cercana a la de los sueños. No hay dudas de que el arte no tiene esencialmente el sentido de la fiesta; pero justamente, tanto en el arte como en la fiesta, siempre se le ha reservado una parte a lo que parece opuesto al regocijo y al agrado. El arte se liberó finalmente del servicio a la religión, pero mantiene esa servidumbre con respecto al horror; permanece abierto a la representación de lo que repugna.

Georges Bataille. El arte, el erotismo y la literatura. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2001.

domingo, abril 25, 2010

Lanzamiento de Amerarcana Literary Review (fragmentos ebrios de poesía)

Con Jessica Loos quien leyó mis poemas en inglés
Bird & Beckett Bookstore. SF 2010
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De este recital no huí. Y no porque haya sido en una librería ni porque iban a estar los amigos de siempre ni porque iba a compartir micrófono con Barry Gifford (nunca llegué a hacerlo porque llegué tarde), sino porque ese día estaba más borracha de poesía que de costumbre y porque Mark me acompañó. Él casi nunca asiste a este tipo de eventos, incluso a los míos. Pero dijo que esta vez me quería acompañar. Quería verme leer, porque además de leer en español era posible -si Jessica no asistía- que me tocara hacerlo también en inglés. Y la noche anterior Mark me había ayudado con la pronunciación de algunas palabras. Él leyó un par de veces uno de mis poemas y luego yo lo repetía con más cuidado para no estropear palabras con mi acento. Fue una experiencia extraña y maravillosa. La habitación parecía tener más acústica de lo normal, y escuchar mis versos salir de su boca fue una forma de transfigurarme.

Con Mark y mi poemario
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Creo que también me acompañó porque la lluvia era intensa. No cesaba. Quizá sintió que el agua podía arrastrarme hacia algún despeñadero. La lluvia arrastrando mi cuerpo. No era imposible. Ese día fui liviana. De ahí el riesgo de que el agua nos arrastrara, a mí y a mis versos, como hojas caídas de un árbol de sombras.
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Habíamos dejado H. Boheme para alcanzar a mi lectura. Agarramos un taxi. El conductor era chino. El chino manejaba pésimo. Demasiado lento. Como si con ello nos hubiese querido decir en silencio: Están a tiempo de huir. Huir del recital, de la ciudad y sobretodo de sus miedos.

Ese día fui muy feliz. Leyeron los demás poetas incluídos en el libro. Algunos vinieron de otros estados, como Maggie Cleveland que vino desde Massachusssets. Pero mientras ello ocurría yo no entendía nada. Quiero decir que entiendo muy bien inglés, pero hay veces que en los recitales me resultan extraños y más si son en librerías. Yo prefiero muchas veces pasearme entre los estantes, revisar libros con el eco del poeta que está leyendo. No es falta de atención, por el contrario. Siento que alguien recita para mí mientras huelo papel viejo. En ese momento los poemas ajenos se vuelven mi fondo musical, un canto difuso que me dice: Sigue pequeña, sigue -mientras yo recito- buscando entre esos libros lo que jamás encontrarás.

Veo a Mark merodeando los libros. De rato en rato se detiene para ver al poeta de turno, y luego sigue inspeccionando tapas y prólogos en la sección de historia y filosofía. Medias lilas, pañuelo lila, corazón lila. Cabello revuelto. me siento rara, le digo a M. Te ve hermosa, responde. Y tengo ideas, muchas ideas en ese instante, ideas que huelen a carne y a verbo caliente. Pero alguien menciona mi nombre, y paso al micrófono.

Con Jessica Loos
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Leo un par de poemas en español. Jessica lo hace en inglés. Me gusta como Jessi interpreta mis poemas. Siento que no se pierden. Me gusta además su tono, su voz ronca. Mark dice que se llama whisky voice, y es una voz particular de los bebedores. Si es por ello, no cabe duda de que Jessi la tiene bien fermentada. Encuentro a Jack, a Neeli y John que hace poco regresó de Chile. Hay gente que se acerca porque me conoció del año anterior. Yo sigo cruzando miradas con M.
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Afuera sigue lloviendo. Mark me abriga la mente. Y ya no tiemblo. Tampoco mis manos. Tampoco mis letras. Tampoco mi risa. Sólo tiemblan mis sombras. Pero yo las guardo en una jaula que nadie mira. Y me voy cantando bajo la lluvia.

sábado, abril 24, 2010

De lecturas y bibliotecas - Alberto Manguel

Biblioteca de tablillas cuneiformes en Sippar, al sur de Mesopotamia
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fragmento
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No todo el mundo utiliza las bibliotecas ni las utilizará nunca. Tanto en Mesopotamia como en Grecia, tanto en Buenos Aires como en Toronto, en todas partes han coexistido lectores y no lectores, y estos últimos han constituido siempre la gran mayoría. En los selectos scriptoria de Sumeria y la Europa medieval, como en el Londres popular del siglo XXI, el número de aquellos para los que leer libros constituía algo esencial era muy reducido. Lo que varía no es la proporción que existe, en términos generales, entre estos dos grupos de la humanidad, sino la forma en que las distintas sociedades juzgan el libro y el arte de leer. Y aquí la distinción entre el libro leído y el libro entronizado vuelve a manifestarse.
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Si un visitante del pasado llegara hoy a nuestras ciudades civilizadas, uno de los aspectos que más podría sorprender a ese anciano Gulliver serían nuestros hábitos de lectura ¿Qué vería? Vería enormes templos dedicados al comercio en los que los libros se venden por millares, edificios inmensos en que la palabra impresa se divide y organiza en categorías claramente diferenciadas para la consumición guiada por los fieles. Vería bibliotecas con lectores deambulando entre los estantes como han hecho durante siglos. Vería a otros explorando las colecciones virtuales en las que han semimutado algunos libros que llevan en ellas la frágil existencia de fantasmas electrónicos. Fuera, ese viajero a través del tiempo encontraría también multitud de lectores: en los bancos de los parques, en el metro, en autobuses, tranvías y trenes, en apartamentos y casas, en todas partes. Tendríamos que disculparle si de eso dedujera que la nuestra es una sociedad letrada.
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Alberto Manguel, La Biblioteca de Noche. Ed Norma. 2007

jueves, abril 22, 2010

Sobre el acto de nombrar - Maurice Blanchot

Digo: esta mujer. Hölderlin, Mallarmé y en general todos aquellos cuya poesía tiene por tema la esencia de la poesía han visto una maravilla inquietante en el acto de nombrar. La palabra me da lo que significa, pero antes lo suprime. Para que pueda decir: esta mujer, es preciso que de uno u otro modo le retire su realidad de carne y hueso, la haga ausente y la aniquile. La palabra me da el ser, pero me lo da privado del ser. Es la ausencia del ser, su nada, lo que queda de él cuando ha perdido el ser, es decir el solo hecho de que no es. Desde este punto de vista, hablar es un derecho extraño. Hegel, en ello amigo y allegado de Hölderlin, en un texto anterior a La fenomenología, escribió: “El primer acto, mediante el cual Adán se hizo amo de los animales, fue imponerles un nombre, vale decir que los aniquiló en su existencia (en tanto que existentes).”[III] Hegel quiere decir que, a partir de ese instante, el gato deja de ser un gato únicamente real, para ser también una idea. El sentido de la palabra exige entonces, como prefacio a cualquier palabra, una especie de inmensa hecatombe, un diluvio previo, que hunda en un mar completo a toda la creación. Dios había creado a los seres, pero el hombre hubo de aniquilarlos. Entonces cobraron sentido para él, y a su vez él los creó a partir de esa muerte en la que habían desaparecido; sólo que, en vez de los seres y, como se dice, de los existentes, ya sólo hubo ser y el hombre fue condenado a no poder acercarse a nada y a no vivir nada sino por el sentido que le era preciso hacer nacer. Se vio encerrado en el día y supo que ese día no podía tener fin, pues el propio fin era luz, puesto que del fin de los seres había venido su significación, que es el ser.

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[III] Ensayos reunidos con el nombre de Système de 1803-1804. En Introduction à la lecture de Hegel, interpretando un pasaje de La fenomenología, Alexandre Kojève demuestra de una manera admirable que, para Hegel, la comprensión equivale a un crimen.

fragmento de La literatura y el derecho a la muerte. Maurice Blanchot.

martes, abril 20, 2010

Soñé que era la muchacha verde de Kirchner

Ernst Ludwing Kirchner
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... y al despertar estaba desnuda, con un par de tacones rojos.

De memorias y olvidos - Marguerite Duras

escena de Hiroshima, mon amour (1959) de Alain Resnais basada en el guión homónimo de M. Duras


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ELLA (en voz baja). — Oye...

Igual que tú, yo conozco el olvido.

EL. — No, tú no conoces el olvido.

ELLA. — Igual que tú, estoy dotada de memoria. Y conozco el olvido.

EL. — No, tú no estás dotada de memoria.

ELLA. — Como tú, también yo intenté luchar con todas mis fuerzas contra el olvido. Y he olvidado, como tú. Como tú, deseé tener una memoria inconsolable, una memoria de sombras y de piedra.

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Marguerite Duras, Hiroshima, mon amour.

domingo, abril 18, 2010

De límites peligrosos -Robert Browning

Mark y Carla. On the cable car. SF 2010
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"Nos interesa el límite peligroso de las cosas. El ladrón honesto, el asesino sensible, el ateo supersticioso"
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Robert Browning, en Apología del obispo Blougram

sábado, abril 17, 2010

Gino & Carlo

photo by Mark Álvarez
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De un tiempo a acá me he vuelto regular en Gino and Carlo. Ya no voy a Specs, Tosca o Vesuvio con la misma frecuencia de antes. Debe ser que por mi forma de ser: cíclica, suelo cansarme de las mismas caras y siempre necesito un respiro (a excepción de Mark y un par de personas). Siempre me habían hablado de este barcito como uno de los más tradicionales de North Beach, pero no fue sino a hasta este viaje que decidí entrar. Me alegra haberlo hecho. Me siento cómoda, y el hecho de que no me conozcan como en los otros bares me da más tranquilidad para escribir. G & C (548 Green St) tiene el sabor de la old school y el sabor del viejo barrio italiano. Construído en 1942, el local tiene entre sus paredes fotografías de quienes también fueron clientes frecuentes como Frank Sinatra, Jake "the Ranging Bull", Muhammad Ali, entre otros.
me encanta media luz
los gemelos Mochello que acababan de llegar de un viaje a Ecuador

Frankie Rossi, bartender de G & C
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Los cantineros, amables y descomplicados, son los mismos propietarios. Sobretodo Frankie que con frecuencia me protege de los tipos subidos de tono que se me acercan a interrumpir o a invitarme a alguna bebida. Además los viernes hay una bandeja con pizza gratis para todos. De vez en cuando Frankie me regala un trago, ya sabe que me gusta straight wodka. En realidad a veces cambio de bebida dependiendo el bar. En Specs, por ejemplo, bebía cerveza negra o vino, en Tosca whisky o tequila, en Vesuvio cognac o porto. O a veces sólo agua. Aquí me gusta el vodka, vodka puro y con hielo. La música me agrada y hay una rockola en la esquina. No pasa mucho tiempo para darme cuenta que este lugar también está lleno de locos. A excepción de los muchachos argelianos que trabajan en Caffe Trieste y que a veces vienen para jugar billar, los demás son personajes un tanto extravagantes. La muchacha rusa aparentemente lesbiana porque me sedujo desde el principio y que jugaba a disparar cerditos de plástico en la cabeza de los que estaban en la barra, el escritor que siempre usa gafas y chompa de cuero y emite pequeñas risitas extrañas, el cantante medio cojo que siempre esta función, el viejo Charles que sabe contar las historias del viejo barrio y dice estar fascinado con mi rostro exótico, etc., etc. Además he descubierto que muchos policías vienen acá. No los reconozco porque no están en uniforme, pero algunos me han visto con Mark. Mark me hablado bien de este sitio aunque nunca venga. Cuando le pregunté por qué no venía me dijo: "Acá vienen muchos policías. Y a mí, fuera del trabajo, no me interesa ir a donde están ellos". Son respuestas como esa que me encantan. Además, el otro día hizo una buena definición de los otras bares: "En Specs están los perdidos, en Tosca los que se creen, en Vesuvio están cada vez más turistas. Pero en Gino & Carlo están los trabajadores, la gente del barrio."

Cheers

el cantante cojo
tres cerditos ebrios caminando por las páginas de mi diario
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Han pasado varias semanas. Al entrar ya Frankie prepara mi bebida sin decirle nada. Todos los locos me saludan, la rusa, el escritor de las gafas, el cantor cojo, Giorgio, el tipo que dice haber sido amigo de Jonis Japlin. El ambiente es liviano. Me muevo rápido como una gata nocturna. There she is - comentan mientras me acerco-, the mysterious lady. Y yo sólo sonrío, pongo un billete en la rockola, me voy a mi esquina, doy un sorbo a mi vodka y escribo en mi diario hasta que el reloj marque la 1 y 30 y Mark deje su uniforme y me pase retirando.

viernes, abril 16, 2010

De los deshechos propios como obra - Artaud

Queridos amigos:
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Lo que ustedes han tratado como mis obras eran sólo los deshechos de mí mismo, esos arañazos del alma que el hombre común no acoge.
Que desde entonces mi mal haya retrocedido o avanzado, no es donde está para mí la cuestión, sino en el dolor y la sideración persistente de mi espíritu.
Ahora estoy de regreso en M., donde he recuperado la sensación de embotamiento y de vértigo, esa necesidad impostergable y alocada de dormir, esa pérdida repentina de mis fuerzas con un sentimiento de enorme dolor de embrutecimiento instantáneo.
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Antonin Artaud, fragmento tomado de El Pesa-Nervios.

jueves, abril 15, 2010

Honest I do - Jimmy Reed

Gracias a Mark por la recomendación
ooohhh sheeet, baby.

Shelley enredado en un sueño verde

Sueño verde
photo by Mark Álvarez. SF 2009
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XVI

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La adolescente primavera, loca

se volvió de dolor, fingióse otoño,

lanzando al suelo cual marchitas hojas

los nuevos brotes. Si se fue su gozo,

¿el año hostil por quién despertará?

No tan querido a Febo fue Jacinto

ni Narciso se amó tanto a sí mismo

como Febo y Narciso te quisieron,

¡oh! mi Adonaïs; exhaustos y marchitos

entre sus juveniles compañeros,

al trocar el rocío por las lágrimas

cambiaron los perfumes por suspiros.

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Percy. B. Shelley. Adonais y otros poemas. Ed. El aleph. 1999

martes, abril 13, 2010

La ilusión de libertad según Spinoza

“Los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones pero ignorantes de las causas que las determinan. Y, por tanto su idea de libertad se reduce al desconocimiento de las causas de sus acciones, pues todo ese decir que las acciones humanas dependen de la voluntad son sólo palabras, sin idea alguna que les corresponda. Efectivamente, todos ignoran lo que es la voluntad y cómo mueve el cuerpo, y quienes se jactan de otra cosa e inventan residencias o moradas del alma suelen mover a risa o asco. Así también, cuando miramos el Sol, imaginamos que dista de nosotros unos doscientos pies, error que no consiste en esa imaginación en cuanto tal, sino en el hecho de que, al par que lo imaginamos así, ignoramos su verdadera distancia y la causa de esa imaginación. Pues, aunque sepamos más tarde que dista de nosotros más de 600 diámetros terrestres, no por ello dejaremos de imaginar que está cerca; en efecto, no imaginamos que el Sol esté tan cerca porque ignoremos su verdadera distancia, sino porque la esencia del Sol, en cuanto que este afecta nuestro cuerpo, está implícita en una afección de ese cuerpo nuestro."
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Baruch de Spinoza, Ética. demostrada según el orden geométrico. Ed. Orbis S.A. Madrid 1980

domingo, abril 11, 2010

Sobre la naturaleza muerta de la fotografía - Joan Fontcuberta

Gypsy Woman
photo by Dennis Hearne. Specs. SF
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fragmento
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No es posible para la fotografía más género que la naturaleza muerta. Porque tanto el principio básico de la memoria como el de la fotografía es que las cosas han de morir en orden para vivir para siempre. Y en la eternidad no cuenta el tiempo, el pasado y el futuro se confunden, como el recuerdo y la premonición no son sino un mismo gesto según proceda de lo que convenimos en llamar historiadores o profetas. Sí, la lente de la cámara parece conservar algunas de las propiedades adivinatorias de la bola de cristal utilizada por las pitonisas, de la que seguramente fue extraída.
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Joan Fontcuberta, el beso de Judas. Fotografía y verdad. Ed. Gustavo Gili. Barcelona. 1997

sábado, abril 10, 2010

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NADA PASA EN TIEMPO REAL

Subiendo a Coit Tower

at the top
photo by Mark Álvarez. SF 2010
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Nunca había visto San Francisco desde las alturas a menos que fuese desde la ventana de un avión. Pero esa, desde luego, es una imagen distinta. Esta mañana, luego de casi dos años de vivir por temporadas en esta ciudad, he subido con Mark a Coit Tower en la colina de Telegraph Hill, en mi querido barrio de North Beach. Esta famosa torrecita, al igual que Alcatraz y Golden Gate Bridge, es uno de los símbolos de la ciudad de la niebla. A diario la visitan turistas de todas partes, quizá por eso -inconscientemente- he postergado la mía hasta hoy. Ni a Mark ni a mí nos gustan las aglomeraciones, por eso escogí un lunes nublado y silencioso para ascender los sesenta metros con mis botas rojas y mi diario.
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Antes de subir a la torre, aguardamos en Pioneer Park, una especie de jardín que rodea toda el área. Mark me contó una historia que a su vez se la contó Jeannette de Tosca. Resulta que en este lugar, a principios de los 60, los jóvenes solían equiparse con hamburguesas y bebidas para luego subir en caravana, y una vez arriba, parqueaban los autos de tal manera que formaban un gran círculo con los faros encendidos apuntando al centro y sintonizando, todos a la vez, la misma estación de rock n`roll, encendiendo la fiesta al aire libre.

Casas al filo del cerro. Al fondo: Alcatraz
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Coit Tower era un asunto pendiente y venir con Mark lo hizo aun más interesante. Me dice que para él también es algo nuevo ya que a pesar de que, como policía, patrulla el área de vez en cuando, jamás había subido a la torre. Su confesión me sorprende, es como si alguien me dijera que creció en Quito pero jamás ha visitado la Virgen del Panecillo. Aunque en su caso, en realidad es normal. Aparte de la aventura diaria que implica su trabajo como beat cop en el barrio italiano, lo suyo es visitar Cafés y librerías y no monumentos públicos. Yo sólo viajo a través de los libros, dice. Y es cierto, porque quienes lo conocemos, también viajamos con él a través de las historias que nos cuenta. Nunca he conocido alguien que pueda ubicar pueblos, zonas o referencias históricas o bélicas de cualquier parte del mundo con tanta facilidad y rapidez como él, así como descifrar el origen de palabras, nombres y apellidos extraños. Mark es un historiador autodidacta. Un no-viajero que viaja. Me recuerda un poco al organillero que aparece en el libro El Viajero del Siglo de Andrés Neuman, el personaje de esa ciudad imaginada que es Wandemburgo. El organillero, hombre sabio y solitario a quien no le interesa salir de su barrio porque en él tiene todo lo que necesita saber y aprender.
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Antes de subir al tope, nos quedamos observando los diferentes murales en la planta baja. Mark está del otro lado, estudiando la pintura de un policía de los años 30. El gendármen lleva un abrigo azul muy largo que oculta las armas, que al parecer habla por un teléfono publico de la estación de Auto Ferry camino a Oakland.
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(me pregunto cuál habrá sido el equivalente de Mark en aquellos tiempos)

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Coit Tower fue construida en 1933 con fondos otorgados por Lillie Hitchcock Coit, una mujer excéntrica que sentía fascinación por los bomberos de la ciudad. En su escalera circular se encuentran murales de 26 artistas e innumerables asistentes. Escenas de marinos, policías y ladrones, mujeres elegantes, obreros y bohemios se conjugan en un San Francisco durante el período de la Gran Depresión. Las pinturas además muestran rasgos comunes con los murales de Diego Rivera. De hecho, una vez que Man at the Crossroads del pintor mexicano fue destruído en Rockefeller Center para colocar en su lugar una imagen de Lenin, los artistas californianos en forma de protesta colocaron características muy parecidas a las de Rivera en los murales de la torre.
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Ingresamos en un ascensor muy viejo, de esos que aparecen en el cine en blanco y negro. Mientras subimos, el ascensorista, un joven asiático, nos habla sobre su oficio. Por instantes escucho el eco de fierros y cadenas. Mi lado fatalista me hace pensar en una posible falla en el sistema. Suena como si en cualquier momento fuésemos a quedar atrapados entre piso y piso. Sé que Mark desea que la puerta se abra inmediatamente. Imagino las sensaciones de un claustrofóbico. Sé que el hecho de estar encerrado lo pone nervioso. Lo veo y sonrío. Sé que en realidad subió por mí. Y eso me encanta. Me encanta saber que me acompaña, que me complace, que me cuida, que quiere verme feliz.
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The cop and the poet

Parte de la ciudad. Al fondo: The Golden Gate Bridge
Cae la noche y Coit Tower se enciende. Ascenso. Descenso. Vértigo. Somos dioses que se creen águilas. Espiral donde se pierden nuestros cuerpos. Pasillos invisibles. Eterno retorno. Ascenso. Descenso. Vértigo. Cuántos se han besado en esta torre. Ascenso. Descenso. Vértigo. Cántame al oído la canción que destrozó el viento.

viernes, abril 09, 2010

Lanzamiento Amerarcana Literary Review 2010

Este domingo, 11 de abril, leeré varios de mis poemas publicados en AMERARCANA Literary Review 2010 en la librería Bird & Beckett Boostore (653 Chenery Street, San Francisco), de 1 a 4 pm, junto a autores como: Barry Gifford, Micha Ballard, Neeli Cherkovski, Ammiel Alcalay, Jhon Landry, etc. Habrá vinillo y un pequeño concierto de música persa al final, a cargo de Rachid Halial. Los esperamos.
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Come on down to Bird & Beckett Books this weekend to celebrate the publication of the first of what's to be an annual literary review, AMERARCANA 2010, with a reading that will feature, in person, Ammiel Alcalay, Carla Badillo Coronado, Micah Ballard, Walker Brents III, Neeli Cherkovski, Maggie Cleveland, Barry Gifford, Jack Hirschman, John Landry & Marina Lazzara. It all goes down Sunday, April 11th from 1 to 4 pm, at the bookshop, 653 Chenery Street, San Francisco.

jueves, abril 08, 2010

Los dioses de Plotino - E. M. Ciorán

Plotino
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«Son los dioses quienes tienen que venir a mí y no yo quien tiene que ir a ellos», respondió Plótino a su discípulo Amelius, que quería llevarle a una ceremonia religiosa. ¿En quién, dentro del mundo cristiano, encontraríamos un orgullo de semejante calidad?

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E. M. Ciorán. Ese maldito yo. eEd. Tusquets. 1987