(fragmento)
Detesto el espejo. El espejo sólo sirve para mostrar cómo empeoramos con el tiempo. La primera cosa que quebré allá en casa fue el espejo. Ni siquiera me importó lo de los siete años de mala suerte. Después fui a las bebidas y, poseído por una locura irrefutable, fui tirando, una a una, la botellas de whisky en el suelo. Quedó un lugar muy peligroso. Un mar de trozos de vidrio. Algunas cosas no se quebraron, como el vidrio de la mesa grande de la sala, que se mostró indestructible. Un adorno de la mesa también era irrompible. Había cosas que se derretían con sólo tocarla, que se autodestruían con una caricia, y otras que se mantenían impávidas. Mi papá vino y me pidió que parara. Yo no paraba. mi sobrina pequeña gritaba. Mi hermano gritaba. Mi mamá gritaba. Mi hermana gritaba.
¡No eso, no!
Eso lo rompo y voy a romper más. Lo rompo. Lo rompo. lo rompo.
Llegó la policía y me esposó.
Me llevaron a urgencias al Pinel.
¿Por qué lo rompiste?
Lo rompí porque estoy hecho de trozos de vidrio, y cuando los trozos de vidrio me invitan, desordeno todo.
(Ed. Sexto Piso. México DF, 2013)