sábado, septiembre 20, 2008

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Cuántas noches caben en una sola noche. Es jueves. Pero también es lunes y martes y el miércoles más extraño de mi vida­­­. Todos los días condensados en esta mesa. En esta copa de vino. En este cuaderno improvisado. Servilletas como páginas en blanco. Cenizas como tinta. El piano incinerándose. Bruce acariciando el fuego. Joan cantando a los proscritos. San Francisco afuera y adentro. San Francisco la sangre que se acumula adentro sin esperar veintiocho días. Y él afuera. Vigilando las guaridas de los sabios que se estrangularon con su propia lógica. A qué juegan los que caminan solos por North Beach. A qué juego yo cuando escribo estas letras. Cuándo me cansaré de acoger a los sordos para devolverles sus oídos. Cuándo me cansaré de acoger a los ciegos para devolverles la vista. Cuándo me cansaré de acoger a los mancos para devolverles sus manos. A los mudos, a los cojos, a los desahuciados. Cuándo dejaré de ser la samaritana. La salvadora de los otros. Cuándo me salvaré a mi misma.