domingo, abril 13, 2008

A Freddy Castellanos

Esta es la entrada número 101 en mi blog, y quiero dedicársela a un amigo del alma, a un hermano que comparte conmigo la melancolía innata de quienes nacimos entre las montañas. Su nombre es Freddy Castellanos y es de Huankayok, Perú, aunque decir es de, es sólo un decir porque Freddy, en realidad, es de todos los lugares donde habita un ave herida, algún tronco junto al cual descansar, alguna cascada de la cual beber cuando los pies se vuelven pesados. Le dedico a él esta entrada número 101 porque es uno de mis más fieles lectores. A veces silencioso para luego irrumpir con sus palabras. Freddy siempre sabe como hacerme sonreir, siempre me llega su voz de lejos diciendo ¡aquí estoy, cholita!, como adivinando que yo pataleo bajo el agua. Por eso insisto en que la proximidad física no es suficiente, y que en ocasiones no es lo más importante. Como en la carta que recibí de él hace pocos días en la que me dice cosas como ésta:

Anoche conocí a una hermosa pasña (muchacha), fluía de ella la sangre andina, emanaba de su boca la sabiduría ancestral de la mama ocllo, su vestimenta multicolor, su gorrito andino, teñido con la chilca y el molle. Su seriedad simple de sentirse en soledad, mostraba desde su piel cobriza, unos ojos que apagaban circunstancias, conspicua eternizaba el segundo en que yo la veía. No supe como era su nombre, no me acerqué a saludarla, sólo al despedirla le pedí un abrazo, había acabado la CUMBRE DE LOS PUEBLOS MACRO REGION CENTRO. Me acordé de ti desde todas sus células, para qué le iba a pedir el nombre si además sabía que llevaba tu nombre. Me sentí solo de alguna manera, necesitaba su compañía o quizá es que necesitaba tu compañía (esto de paralelizar imágenes ya no me funciona bien). Pero me acordé de ti, y me acordé de los momentos en que te leo, en que pocas veces comento, por que a veces me basta leerte y no decir nada , si no interiorizar lo que has escrito y posponer cada vez lo que a veces no se me ocurre decir. Pero leerte es el fin, quizá suena bien que te comente normalmente, me lo has dicho muchas veces, pero a veces necesito enloquecer un poco y ser menos “normalmente”. Así que camino en silencio, por las torturadoras ideas que expones, por el diametral amor que se mueve en tus letras, por esa locura siniestra de sentirte normal. Navego, porque es fácil navegar en tus letras, por que es fácil estar dentro del ruido siendo uno el ruido.

Ese es Freddy, el hermano de los cafés acumulados, con el que comparto una cordillera atravezada en mi pecho, con el que las conversaciones sobre César Vallejo, Facundo Cabral y Víctor Jara pasaron a ser inmortales, a quien hoy le agradezco por siempre estar. Comparto aquí lo primero que él me escribió: Carla Badillo, con imágen y semejanza. En el próximo post colgaré el poema que yo le escribí, hace casi dos años, a manera de respuesta. Gracias mi cholito, seguimos compartiendo el secreto, el dolor y la esperanza del agujero 324.

CusyCoyllor.


Carla Badillo, con imagen y semejanza

Casi puedo saber, desde este satélite donde habito, que tú casualmente en alguna noche, te observaste en el espejo y dijiste mirando hacia tu boca, hacia tus pestañas tan sexuales: “al carajo todo esto”. Entonces, muchachita, comenzaste a rescatar los ríos con sus propios árboles, las piedras con sus propias formas y las gaviotas con sus tantas alegorías. Continuaste con los niños, las mujeres y los hombres (no sé si van en este orden). Y lloraste, lloraste como de treinta impotencias, como si no tuvieras fuerzas. Qué importante para ti era no callar, no coincidir con la indolencia, qué importante era para ti sentirte viva, digamos que es un largo camino el que decidiste caminar en contra de muchos, talvez sola, talvez acompañada. Te dedicaste a ahorrar espacios en tu corazón, a dibujar palabras desde tu boca, a poner rabia contra los que no entienden lo real y lo justo, entendiste entonces que nos siguen jodiendo la vida. Lo mío sin embargo es algo más simple, quizá algo de tu alma comparto, quizá la pobre lucha que libro al igual que tú con una proverbial urgencia. Pero no me refiero a eso cuando te digo es algo más simple. Resulta que yo sencillamente pasé, pasé por tu lado a reconocerte, a deslumbrar mi muerte con tu vida, debía mirarte inmediatamente, pero debo confesar que no me di cuenta (aún soy reacio esas cosas que llaman “a primera vista”). Pero qué importante, hasta ese momento no entendí que fueses tan tierna, tan simple y con tanta fuerza. Decidí no hacerte prohibida. Tanta miseria no era para mí, era necesario enriquecerme contigo, fornicar puramente con tu mirada (hombres como yo aún creen en fornicar puramente). No voy hacer público los detalles, pero hay un extenso silencio en nuestras vidas, el amor pasa por los parques sin que nadie se de cuenta. Qué bien que nosotros nos dimos cuenta, pero no ese amor de pareja la que buscas, ni la que busco, quiero aclarar, para no dar espacio a los malos entendidos, es ese amor de no sentirse abandonados, de no sentirse sin vida, sin gritos en la garganta. No es un amor simple, sexual, simple y tan simple (cómo ves, también creo en los amores simples). No era necesario ocultarse en una persiana de nubes; hablo de tu soledad, de la mía. Quisiera que tu soledad fuera menos soledad cuando estés desesperada, quisiera que esa soledad también fuera mía cuando por fin no encuentres respuestas a lo que buscas. Quiero decir cuando te encuentres como yo en muchas ocasiones, al borde del precipicio, encuentres en esa soledad también parte de mí, de mi lucha, de mis cotidianas contradicciones, de mis ideas anoréxicas y de mis recientes adicciones. Las respuestas se ocultan muchas veces en lo sub-humano (aprovecho para agradecerte que me regalaras tu más reciente desesperación). Y tú lo sabes, hay tantas cosas por hacer que a veces sentimos un vacío que no se puede explicar, hay tanta injusticia que a veces nos cansa, hay tanto vacío en el corazón del hombre que creemos que esto no cambiará. Pero muchachita Quiteña, tú tienes la fuerza en tu raza, en esa tierra tan bella donde vives, en la estructura ósea que es simplemente como un proyectil ya disparado que inevitablemente dará en el blanco. Te veo y es como mirarme, más bella claro está, pero quiero decir que mirarte es como mirar las cenizas del Runa Pacha, de la india quechua, de Nela Martínez y su "SE MARCHÓ CON LA MIRADA PUESTA EN AMÉRICA”. Tienes una energía tan extraña muchachita que te agradezco por permitirme conocerla al saber de ti. En fin, me encantará volver a oírte diciendo QUITU, riendo, temblando de frío. He dejado aquí tu última imagen intacta, yo no sé si cuando te vuelva a ver siga siendo yo, y aún mas, me abruma la ignorancia de saber si seguirás siendo tú, pero sucede que aún mantengo tu imagen aquí, tan fresca como la única vez que alcancé a mirarla, intacta.

Freddy Castellanos.

Huankayok, 2006