El hombre que sale al escenario en el Sony Centre de Toronto no se da cuenta de que no es un hombre en absoluto.
Es el sueño de un niño que está de pie, con lágrimas en los ojos, paralizado en una trepidante vía de tren.
El hombre y el niño se sueñan el uno al otro.
Se recuerdan el uno al otro.
El hombre se acerca al niño y extiende su brazo hacia él.
Tomados de la mano, se vuelven y salen bajo estruendosos focos.
El sonido del tren sin rostro, que no deja de chillar, es ensordecedor.
Caminan lentamente hasta el borde del mundo.
La tierra tiembla y se estremece bajo sus pies.
Los dos entienden que el otro puede ser olvidado.
Los dos entienden que el otro puede morir.
El universo contiene la respiración.
*
Juntos y solos, saltan.
(La canción de la bola para el mareo. Ed. Sexto Piso. Madrid, 2015)