Abril 10, 1814
No sé si soy más feliz cuando estoy solo; pero de lo que sí
estoy seguro, es de que nunca paso mucho tiempo ni en compañía de aquella a la
que amo (Dios lo sabe muy bien, y el Diablo probablemente también), sin ansiar
la cercanía de mi lámpara y mi baqueteada biblioteca, que está patas arribas.
Incluso por el día, despido mi carruaje más a menudo de lo que uso o abuso. Per
sempio,— no me he movido de estas habitaciones durante los últimos
cuatro días: pero he hecho ejercicio pugilístico (las ventanas abiertas) con
Jackson una hora al día, para tonificar y reafirmar la parte etérea que hay en
mí. Cuanto más violenta es la fatiga, mejor humor tengo para el resto del día;
y luego, las tardes tienen esa serena y vacua languidez que tanto me deleita.
Hoy he boxeado durante una hora —he escrito una oda a Napoleón Bonaparte—la he
copiado—he comido seis bizcochos —he bebido cuatro botellas de soda—he
leído el resto del tiempo— además de darle al pobre ** una miríada de consejos
sobre esa amiguita suya, que a fuerza de tormentos le está llevando a un
atrofiador e insoportable hastío. Menudo tipo soy yo para sermonear sobre la «secta». No importa, todos mis consejos son desatendidos.
(Ed. Alamut. Madrid, 2008)