“Pensar como un hombre” ha sido un halago o una limitación
para las mujeres que han querido escapar a la trampa del cuerpo. No es extraño
que muchas mujeres inteligentes y creativas hayan insistido en que eran “seres
humanos” primero y mujeres sólo accidentalmente, que hayan minimizado su
biología o sus vínculos con otras mujeres. El cuerpo ha terminado siendo tan
problemático para las mujeres que a menudo han preferido prescindir de él y
viajar como un espíritu incorpóreo.
(Nacimos de mujer, 1996: 81, trad. Ana Becciu).