Un
día tomé entre mis manos
Un día tomé entre mis manos
tu
rostro. Sobre él caía la luna.
El más incomprensible de los objetos
sumergido
bajo el llanto.
Como algo solícito, que existe en silencio,
se sentía casi como
una cosa.
Y con todo nada había en la fría noche
que más infinitamente se me
escapara.
Oh, estos lugares en los que desembocamos
donde se apresuran hacia
las escasas superficies
todas las ondas de nuestro corazón,
nuestro regocijo y
desfallecimiento,
y al fin, ¿a quién ofrecemos todo esto?
Ay, al extraño, que
nos ha malentendido,
ay, a aquel otro, que nunca hemos encontrado,
a aquellos
siervos, que nos han maniatado,
a los vientos de primavera, que se han
desvanecido,
y a la quietud, la perdedora.