Se
fue Doña Chavela, una de mis mujeres. Libre, chingona, eterna. Paradójicamente,
sin saber que su muerte estaría muy cerquita, hace un par de días, en la cena
de la clausura del Festival Internacional de Poesía, yo estaba sentada en una
esquina, un poco triste, me levanté y canté, con copa en mano, Paloma Negra.
Hoy, una vez más, a por ella.

