martes, febrero 08, 2011

Carta de Henry Miller a Lawrence Durrell (fragmento)



París, jueves 29 de julio de 1937

Querido Durrell:

(...)  Si, como dice, no puede escribir libros AUTÉNTICOS todo el tiempo, entonces, no escriba. No escriba nada, quiero decir. Pásese un tiempo en barbecho. Reténgalo. Deje que se acumule. Espere a que estalle en su interior. Puedo entender la expresión: incluso Homero se duerme a veces. Pero que Homero use un seudónimo es muy distinto, ¿no? Un hombre puede caer, rebajarse, volverse loco. Pero nunca debe encarnar deliberadamente a un ser inferior, a un fantasma, a un sustituto. Todo es cuestión de responsabilidad, de estar dispuesto a aceptar el propio destino, el propio castigo y también la recompensa. Creo que sencillamente es demasiado claro, dolorosamente claro, si lo piensa un poco. Usted quiere que Charles Norden* sea el cabeza de turco, pero a la larga será L.D. quien se verá obligado a matar a Charles Norden. Éste es el tema del "doble". (Por cierto, lea El doble de Dostoievsky, si es que no lo ha leído. Incluso Aaron's Rod es un buen libro, dentro de la misma línea. También Lawrence sufría de este mal, y lo sabía. Era un problema un poco diferente, pero en esencia, era lo mismo. No aceptarse a uno mismo totalmente. No integrarse.)

Y ¿por qué no va a poder escribir todos los libros que quiera como L.D.? ¿Por qué no puede ser L.D. el autor de libros de viajes, etc.? ¿Qué se lo impide? Y no es cierto que se esté amputando. Al contrario, está introduciéndose por la fuerza. De la otra manera es como va a amputarse. No tardarán en encontrarle y el olor no es nada agradable. La parte podrida apestará hasta el cielo, créame. Es mejor dejar que la parte podrida, si está podrida, muera de muerte natural. Es mejor que sea consciente de su debilidad. No puede poner la perfección en un platillo de la balanza y la imperfección en el otro de esa manera. Somos absolutamente imperfectos, gracias a Dios. Odio los libros perfectos y los seres perfectos. ¿Dónde están, d'ailleurs? Las cartas de Brown y Strauss deberían convencerle de lo odiosa que es esa onda. Muy pronto les cortará la cabeza. Se volverá rencoroso, vengativo, irritable, caprichoso, informal, etc. Ya lo verá. Le expulsarán de prisa, muy de prisa, tan pronto como muestre las garras. No, todo reside en el Tao. Nítido como una campana, así es. Cuando se ve la verdad, no se puede hacer otra cosa que obrar de acuerdo con ella. No hay dos caminos. Siempre es la senda estrecha y directa, y qué endiabladamente divertida es esta senda cuando se da plenamente con ella. Nunca he comprendido por qué la gente se detiene. Todo va como una seda cuando uno se lanza en serio. Es realmente alegre. La otra es triste, sombría, miserable. (¡Piense en Fraenkel otra vez!) Piense en la mierda que hay a su alrededor. Piense en el pobre y solitario Aldous Huxley. Piense en Charlie Chaplin, otro fracasado.

Observe también cómo me escribe a mí y cómo les escribe a ellos. Con ellos es fuerte; conmigo, débil. Pues bien, lleve la quilla a un lugar un poco más profundo. Una quilla equilibrada. ¡Y sin catamaranes! ¡Sin salvavidas! No es que opte por la cruz, creo que es una tontería, todo eso de la cruz (no es más que autocompasión y debilidad). Pero si tiene que ser la cruz, pues bien, ¡que sea la cruz! Mierda, es una salida honrosa. Y proporciona un cierto consuelo, además de hiel y vinagre. Pero en realidad la cruz es un mito. Si usted desarrolla sus poderes, descubrirá que ésta es, cuando todo está dicho y hecho, una vida alegre. Creo que usted es un tipo alegre, a pesar de todos los desvaríos, a pesar El libro negro. Que por lo demás es un libro sumamente alegre, El libro negro. Siempre lo he dicho, y todo el mundo está de acuerdo conmigo. Arrójelo sobre el contrario y no se ande con rodeos. Haga lo que le dé la real gana y acepte lo que se le presenta.

Bien, basta de todo eso. Piénselo. Y recuerde que estoy con usted hasta el último cartucho...