Ojalá mis jefes en el periódico entendieran estas palabras (sobre todo cuando quieren una crónica muy bien hecha en uno o dos días). Si se trata de Gay Talese, a lo mejor le prestan más atención.
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Es posible ser periodista e informarse sin utilizar Twitter o Facebook y no tener correo electrónico, aunque eso es un lujo que solo se puede permitir un reportero que no vive bajo la dictadura del modelo informativo que prima en el siglo XXI: producir mucho y muy deprisa. Mientras las nuevas generaciones de periodistas entran en un mundo laboral en el que para llegar a fin de mes tienen que firmar toneladas de noticias a 20 euros, el veterano Gay Talese aún tiene la suerte de cobrar, y mucho, por dedicar tres meses y siete páginas a un reportaje en la revista The New Yorker sobre Marina Poplavskaya, una soprano con cero interés para el nuevo dios mediático: las redes sociales. Y el tiempo y el mimo que invierte Talese en su trabajo se notan, ya que algunas de sus piezas, como la titulada Sinatra está resfriado, publicada en la revista Esquire en los años sesenta, figuran entre las mejores de la historia del periodismo.
El hombre definido por Tom Wolfe como
el padre del Nuevo Periodismo también tuvo la osadía de irse de The
New York Times porque no le dejaba espacio suficiente para
desarrollar temas con la profundidad que él buscaba. Sí se lo
permitieron revistas como Esquire y The New Yorker y
después diversos libros. Pero pese a sus muchos éxitos
profesionales, oficializados recientemente con el Premio
Norman Mailer de Periodismo, Talese, de 80 años, también ha
fracasado. “Nadie vive instalado en el triunfo. Incluso si te dan
un oscar pasarás por un mal momento antes o después. Y esos
momentos son los que a mí me interesan. Las historias de perdedores
son más interesantes que las de ganadores, aunque sean menos
comerciales. Por eso escribí Vida de un escritor”.
fragmento tomado de una entrevista en Diario El País