Ernestine von Kirchsberg. Casa con
jardín, 1924.
Al pasar en el tren o en el coche por
las provincias del Norte, ¡no habéis visto casas solitarias que,
sin saber por qué, os daban envidia? Parece que allá dentro se debe
de vivir bien, se adivina una existencia dulce y apacible; las
ventanas, con cortinas, hablan de interiores casi monásticos, de
grandes habitaciones amuebladas con arcas y cómodas de nogal, de
inmensas camas de madera; de una existencia tranquila, sosegada,
cuyas horas pasan lentas, medidas por el viejo reloj de alta caja,
que lanza en la noche su sonoro tic-tac.
(Cuentos. Pío Baroja (1872-1956)