"Si
la señora Guinea me hubiera dado un pasaje a Europa, o un viaje alrededor del
mundo, no hubiera habido la menor diferencia para mí, porque donde quiera que
estuviera sentada- en la cubierta de un barco o en la terraza de un café en París
o en Bangkok- estaría sentada bajo la misma campana de cristal, agitándome en
mi propio aire viciado."
En La campana de
cristal, Ed. Edhasa, 2005.