miércoles, agosto 28, 2013
domingo, agosto 25, 2013
El ahorcado del café Bonaparte - Fayad Jamis
(Zacatecas, 1930-La Habana, 1988)
El
ahorcado del café Bonaparte
A Pablo Armando Fernández
para no tragarse los periódicos de la tarde
para no usar unos espejuelos cubiertos de sangre o telaraña
El que estaba sentado en un rincón lejos de los espejos
tomándose una taza de café no oyendo el tocadiscos
sino el ruido de la pobre llovizna
El que estaba sentado en un rincón lejos de los relámpagos
lejos de los leones morados de todas las guerras
hizo un cordón con una hoja de papel
en que estaban escritos el nombre del Papa el nombre del Presidente
y otros dos mil Nombres Ilustres
y a la vista de todos los presentes
se colgó del sombrerero que brillaba sobre su cabeza
El patrón del café salió bajo su capa negra en busca de un policía
Armstrong cantaba sin cesar la luna había aparecido
como una gata furiosa en un tejado
Tres borrachos daban puñetazos en el mostrador
y el ahorcado después de mecerse dulcemente durante un cuarto de hora
con su voz lejana
comenzó a pronunciar un hermoso discurso:
"Maintenant je suis pendu dans le Bona
La lluvia es el cuarzo de mi miseria
Los políticos roen mi bastón
Si no me hubiera ahorcado moriría
de esa extraña enfermedad
que sufren los que no comen
En mis bolsillos traigo cartas estrujadas
que me escribí yo mismo
para engañar mi soledad
Mi garganta estaba llena de silencio
ahora está llena de muerte"
"Estoy enamorado de la mujer que guarda las llaves de la noche
Ella se ha mirado en mis ojos sin saber quién he sido
Ahora lo sabrá leyendo mi historia de hollín en los periódicos
Sabrá que me llamaba Louis Krizek
ciudadano del corazón de los hombres libres
heredero de la ceniza del amanecer
He vivido como un fantasma
entre fantasmas que viven como hombres
He vivido sin odio y sin mentira
en un mundo de jueces y de sombras
La tierra en que nací no era mía
y tampoco el aire en que reposo
Tan sólo he poseído la libertad
es decir el derecho a sufrir a errar
a ser este cuerpo frío
colgado como un fruto
entre los que cantan y ríen
entre una playa de cerveza
y un templo edificado para adorar el miedo
La mujer que guarda las llaves de la noche
sabrá que me llamaba Krizek
y que cojeaba un poco y que la amaba
Sabrá que ahora no estoy solo que conmigo
va a desaparecer un viejo mundo
definitivamente borrado por el alba
Así como la niebla a veces aplasta
las flores del cerezo
la muerte ha aplastado mi voz"
Cuando el patrón volvió con un policía de lata y azufre
el ahorcado del café Bonaparte
ya no era más que el humo tembloroso de un cigarro
bajo el sombrerero
sobre una taza con restos de café.
Los
puentes (1956-57), Unión de Escritores y Artistas de Cuba,
1989
lunes, agosto 19, 2013
Michel Houellebecq
"Todas las sociedades tienen sus
puntos débiles, sus llagas. Meted el dedo en la llaga y apretad bien
fuerte."
(Poesía. Ed Anagrama. Barcelona. 2012)
domingo, agosto 18, 2013
La campana de cristal - Sylvia Plath
"Si
la señora Guinea me hubiera dado un pasaje a Europa, o un viaje alrededor del
mundo, no hubiera habido la menor diferencia para mí, porque donde quiera que
estuviera sentada- en la cubierta de un barco o en la terraza de un café en París
o en Bangkok- estaría sentada bajo la misma campana de cristal, agitándome en
mi propio aire viciado."
En La campana de
cristal, Ed. Edhasa, 2005.
martes, agosto 13, 2013
..............
La
mitad de mí, la otra de mí, está muy contenta, y triunfa sobre un caballo que
no se agita en el Apocalipsis. Pero me faltan brazos para abrazar a las otras
que ahora lloran dentro, donde nadie puede ver, ni siquiera yo. Tengo una
necesidad tremenda de recibir una carta, con pulso y letra de quien me quiera
bien. Tengo necesidad de un cartero que silbe a mi ventana y me diga ¡carta!.
Quiero una carta sin final que me desee buena salud y vida eterna. Hoy dormiré
con los ángeles, me digo, mañana será otro siglo. Pero eso mismo dije ayer y
antes de ayer y también el viernes. Y sólo sigo soñando en el infierno. Estoy
llena de grietas. Mi amor es líquido.
jueves, agosto 08, 2013
Rodrigo Fresán - El lector que escribe
- En
más de una ocasión te has definido como un «lector que escribe». Es una frase
que me gusta mucho, puesto que pone la lectura al nivel de una experiencia
vital, de algo cotidiano. Como tendría que ser, a fin de cuentas.
Así
es. Leo, luego escribo. Y, cuando escribes, no haces otra cosa que leer, que
leerte. El acto de la escritura ya es la transcripción más lenta de letras que
aparecieron en tu cabeza, como en una forma de auto-dictado de palabras
flotando en algún cielo secreto. Curiosamente, cada vez hay más escritores que
no leen o que no hablan acerca de lo que leen prefiriendo reservarse casi
exclusivamente para la discusión de su propia obra. Misterio… A mí, cada vez me
gusta más leer y, casi a punto del medio siglo de edad, ya comienza a
inquietarme mucho la idea de que no llegaré a leer todo lo que querría leer y
que, seguro, se me escapará un libro fundamental y decisivo para mi faceta como
escritor y lector. Ese libro. Me consuelo de ese espanto optando por una
maniobra de camino secundario pero iluminador: la relectura. Volver a aquello
que te gustó mucho en tu adolescencia y que ahora redescubres con nuevas
herramientas y poderes. Lo último fue El retrato de una dama, de Henry James –acompañado
del formidable y reciente ensayo de Michael Gorra sobre esta novela, The
Portrait of a Novel: The Making of an American Masterpiece– que me deslumbró no
como si fuese la primera vez sino como la versión acabada de algo, mi primer
acercamiento a Isabel Archer que, lo comprendí ahora, no había sido más que un
estudio preliminar. Un boceto. William Maxwell –escritor y editor de Cheever,
Nabokov y Updike, este último tal vez el escritor más lector de los últimos
tiempos– llegó a nonagenario y, perfectamente lúcido, solía decir que no le
importaba envejecer porque desde ese sitio podía apreciar toda su vida como si
se tratara de una casa y «comprender que cada hombre es su propio arquitecto».
Pero agregaba: «No me importa morir, aunque encuentro insoportable la idea de
que, cuando la gente se muere, ya no pueda leer libros». Hasta donde sé ninguna
religión –salvo el Borgismo, que está por fundarse y al que me afiliaria y
donaría mi alma sin dudarlo– promete el paraíso de una biblioteca al otro lado
de todas las cosas.
Para leer la entrevista completa en la Revista Buensalvaje pisar firme aquí
Charles Simic
"El
hombre muerto baja del cadalso. Lleva su cabeza sangrienta bajo el brazo.
Los
manzanos están en flor. Él sigue su camino hacia la taberna del pueblo mientras
todos miran. Allí, se sienta a una de las mesas y pide dos cervezas, una para él
y otra para su cabeza. Mi madre se frota las manos en el delantal y le sirve.
Hay
tanto silencio en el mundo. Uno puede oír el viejo río, que en su confusión a
veces se olvida y fluye hacia atrás."
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