lunes, septiembre 17, 2012

MIRAR (escenas en North Beach)


Disfruto mucho sentarme a mirar. Parece simple pero no lo es. No todo mundo sabe mirar. Sentada en esta mesa de Cafe Brioche me he llevado gratas sorpresas. Cannibal Carl nunca viene porque dice que una vez soñó que un bus se estrellaba contra el vidrio donde ahora descansa mi cabeza. Dice que es mucho riesgo sobre todo porque la parada del bus queda aquí, juntito a mi mesa, pero lo cierto es que a mí me parece una posición perfecta. Cada vez que se abren y cierran las puertas, esa actividad que parecería ofrecer las mismas imágenes monótonas de siempre, son las que me permiten repensar una serie de cosas que sin la autenticidad de esa rutina no existirían. Así como algunos disfrutan encontrar figuras de animales en las nubes, a mí me gusta encontrar similitudes entre esos pasajeros anónimos y algunos escritores, actores o músicos. Hay días en los que no encuentro ningún parecido entre unos y otros, pero también hay días, como hoy, que en menos de una hora vi a través de la ventana a un Truman Capote cuarentón moviendo la cabeza con sus audífonos puestos, a un Albert Cossery con bigote y maletín, y a un Johnny Cash extremadamente delgado, bostezando como si hubiese querido exhalar, en el acto, toda su desidia, probablemente salía del trabajo, otro tipo de Folsom Prision, hambriento, cansado, ansioso de encontrar, un día de estos, la verdadera libertad.