Cosmopolita
De
vuelta de mi viaje más largo, al día siguiente
me
doy cuenta de que no entiendo de viajes.
Encerrado
en el avión, durante horas inmóvil,
debajo
de mí nubes que parecen desiertos,
desiertos
que parecen mares, y mares
como
los remolinos de nieve que uno atraviesa
al
despertarse de la anestesia, y me doy cuenta
De
lo que significa ambular perdido sobre grados de longitud.
Al
cuerpo se le roba tiempo y descanso a los ojos.
La
palabra exacta pierde su lugar. Se descubre
el
timo con el cambio del más allá y el aquí
en
diferentes religiones y varios idiomas.
En
todas partes las pistas de despegue son igual de grises y las
habitaciones
de la enfermería, igual de luminosas. Allí, en el tránsito,
donde
el tiempo vacuo nos mantiene despiertos en vano,
se
cumple un dicho de los bares de la Atlántida:
viajar
es una anticipación del infierno.