viernes, noviembre 06, 2009

Viejo Willie y su armónica... blues en el callejón de siempre

¿Quién más que Willie para consentirme un blues afuera de Specs o de Saloon? Ahí está él, más chaparrito que de costumbre, porque cuando Willie toca la armónica se inclina, se agacha, se esconde de la luz del poste para iluminarse con su propio ritmo. Willie negocia con notas fantasmas en los callejones de North Beach. Y lo hace con su armónica cada noche -cuando no desaparece- a cambio de monedas. La voluntad de su público le permite beber tinta roja para luego expulsarla en forma de sonidos. Vino. Vino. Vino. Willie prefiere el vino. Aunque de vez en cuando lo supla con wodka, como ayer o como hoy que me pidió que lo acompañara a Broadway cigars and liquors para comprar esa botellita de agua rusa -que de rusa no tenía nada, pero dado el precio: dos dólares y medio, poco importaba si era rusa, china, o africana. ¿Se imaginan un wodka negro? Negro como Willie. Dulce como Willie. Mark lo llama Sweet Willie. Y dice no recordar bien su apellido. Su apellido es Jackson, pero eso es lo de menos. Él es Willie y la armónica su apellido, su acento, su apodo, su vida. Willie nació en Troy, Alabama y se vino a San Francisco hace más de 20 años. Tocó con Muddy Waters a su paso por New Orleans, y con otros tantos que reventaron en el tiempo en sus labios. Willie es otro hijo adoptado por la ciudad de la niebla. Vino al Oeste y se quedó para siempre (aquí siempre es cada día). De vez en cuando habla con su familia. Pero no más. Se casó y se divorció. No hijos. Willie dice que por 40 años la armónica ha sido su compañera fiel. Y se nota. Algunas se han perdido otras las ha recuperado, pero al final el instrumento es el mismo. Mark le tiene cariño, y viceversa (Willie dijo reconocer que Mark sí que sabe de blues), pero siempre me advierte que traiga cuidado, más que por Willie por los que con él se juntan. Crackeros y sospechosos que embisten sombras. El otro día me quedé afuera de Specs con Willie cantando. Era sábado y Mark trabajaba más de lo normal (los fines de semana son una locura en Columbus y Broadway). Entonces hice tiempo hasta esperarlo y Willie fue buena compañía. Me dijo que pidiera la canción que quisiera y yo pedí Baby please don´t go, uno de los himnos entre M. y yo. Todavía había gente cuando empezó, pero al cabo de un rato el callejón estaba vacío, y sin embargo Willie y yo seguíamos cantando. Poco después cada quien tomó su rumbo. Y ya de lejos pude observar que se encontraba con Ree Ree, otra a la que el crack la colgó para siempre. Willie toca y ella baila. Marionetas de la noche. Willie es tan menudito que da ganas de abrazarlo. De protegerlo del frío. Tan menudito que cuesta pensar que el viento de SF no se lo ha llevado todavía. Lo veo alejarse mientras toca su armónica. Y entonces comprendo por qué no vuela: es por su instrumento. La armónica es el tronco del cual Willie siempre se sujeta.