miércoles, agosto 26, 2009

Entrevista en Univisión y previos del Festival Internacional de Poesía en SF

Es extraño. No estoy acostumbrada a esto. Me refiero a las entrevistas y citas previas para cordinar lecturas. Es cierto que desde hace mucho tiempo, cámaras, micrófonos y grabadoras han sido parte de mi rutina, sobretodo en aquellos días en los que -empezando mi carrera periodística- ya reportaba en algún noticiario, locutaba en alguna radio y escribía (escribir es un decir, ya hubiese querido escribir en ese entonces) en un periódico que me colocó -como diría Georges Balandier- en el escenario mismo de la teatrocracia: el Congreso Nacional, donde a diario era testigo de cómo los diputados pagaban en cada sesión su cotidiano tributo a la teatralidad. Pero siempre estaba yo del otro lado. Y ahora son ellos, los periodistas, los que hacen las preguntas. Es extraño. Me llaman a mi celular y dicen -¿Ud es la poeta de Ecuador, verdad? Queremos ver la posibilidad de entrevistarla en nuestro programa. Y yo me río bajito porque eso jamás me ha pasado en Kitu. Al menos no con relación a mi escritura. Incluso creo que más de un colega de aquellos tiempos me miraría extraño si le dijera que escribo poesía. El punto es que me llaman para programar entrevistas en espacios culturales y yo pienso en mi abuelo Carlos. Tengo curiosidad de saber que diría él de todo esto si estuviese vivo. Seguro estaría orgulloso, aunque no supiera de qué carajos va el programa, sé que confiaría en que su primera nieta levantaría polvo al abrir su boca porque hablaría convencida de lo que piensa y hace. -Esa es mi nieta-, diría señalando el televisor. Y lo que para mí no es tan importante, toma sentido cuando pienso en mi abuelo. Acepto la entrevista. Y casi puedo ver a don Carlitos al otro lado de la pantalla, con su sonrisa dulce y su cabello blanco, diciendo: ¡Esa es mi nieta, carajo! Alzando su copa y brindando por mí.

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Ahora que estoy aquí voy tomando más conciencia de la dimensión del Festival. Camino por North Beach y veo afiches por todas partes. De rato en rato alguien me pregunta sobre las actividades completas, dicen que algunos trabajarán pero que sacarán espacio para asistir a mis recitales y a mi danza. Los recitales se dividirán en dos partes. Los primeros días, todos los poetas leeremos en el Palace Fine of Arts (Palacio de Finas Artes) y los siguientes días cada poeta se distribuirá por diferentes distritos de la ciudad. A mí ya me asignaron uno: North Beach. No podía ser de otra manera. Este es mi sector. Será muy lindo retribuir con mi arte a las calles y gente que hace un año me dio la bienvenida sin saberlo. El sitio principal de mi danza será Washington Square y el de mi lectura será el Jack Kerouac Alley, un callejón entre el Bar Vesuvio y la legendaria librería City Lights Bookstore. El callejón lleva el nombre de Kerouac, debido a que el exponente de la generación beat solía pasar mucho tiempo en este sector. Me gusta que sea ahí, por lo que el sitio representa. Así, al aire libre. Y de fondo el mural de resistencia de Chiapas. Me gusta que sea en el lugar donde mis pasos se esculpen a diario.

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Hay mucha gente moviéndose detrás del Festival, principalmente Jack Hirschman y los amigos de la Librería Pública de San Francsico. Durante el evento, los poetas nos hospedaremos en el Hotel REX. Bárbara nos envío un par de fotos del lugar y tiene buena pinta. El edificio está ubicado en el Downtown, cerca de Union Square. El sitio fue inpirado por los salones de arte y literatura de los años 20 y 30, y está decorado con antiguedades y libros viejos en el lobby, además de retratos y fragmentos de escritores regados por los baños y pasillos.

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Me emociona mucho saber que conoceré a poetas de lugares tan lejanos como Sudán, Israel, Vietnam, Rusia, etc,.pero debo confesar que de todos la que más me emociona es Ámbar Past, gringa de nacimiento y mexicana de corazón. Aquella que fue amiga del poeta chiapaneco Jaime Sabines y compinche de las mujeres mayas de San Cristóbal de Las Casas. La que en el primer verso de uno de sus poemas dice: Dedico este poema a los hombres que no se acostaron conmigo. Ya la he nombrado aquí varias veces. Intuyo que de nuestro encuentro nacerá una linda amistad. Ella es una de mis mujeres. Verbo valiente. Pluma lista para el embate. Mujer apegada a la tierra. Mujer de varios ojos. Ya quiero conocerla.

Ámbar Past

Me pregunto que sentirá Ámbar cuando en el Festival yo lea uno de mis poemas favoritos: Pertenencias, y descubra que su nombre también hace parte de mis versos. Jack dice que también me gustará mucho otra poeta que para él es de una calidad tremenda: Talisma Nareen, y por lo que me cuenta sospecho que también habrá mucho que nos unirá. Talisma es poeta, novelista y ensayista de Bangladesh, consagrada por sus escritos en los que expone con valentía la condición de las mujeres en su país. Talisma recibió hace poco el premio Simone de Beauvoir en París. Falta poco para tenerla de frente.

Talisma Nasreen

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Los encargados de montar los stands de libros me han enviado varios correos diciéndome que han buscado los míos en librerías y en portales de internet, pero ninguno los ha registrado. Cómo los van a registrar si jamás he publicado nada. Me refiero a un libro propio. A pesar de que ya tengo 4 reposando en el disco duro de mi computadora. Jack sigue traduciendo mi poesía y fue por ello que descubrieron mis escritos. Me siento mucho más conforme con ellos, pero sigo trabajando. Así como siempre tengo presente la propuesta de Uberto. Pero todo a su tiempo. No hay prisa. Al menos para el festival me alegra no haber quedado afuera por algún criterio pendejo de publicación. Claro que me interesa publicar. Pero nunca ha sido mi obsesión. Sería deshonesto con mi propia escritura hacerlo únicamente con ese fin, al menos ciertos escritos como mis diarios, que son un registro conmigo misma, una serie de autotestimonios, evidencias, fantasías, descepciones, desvaríos, vómitos mentales, desahogos, elegías. Muchas de las cosas ahí escritas nunca llegarán a publicarse. Y quizá sea mejor así. Siempre será más lo que calle que lo que diga. Sin embargo, creo en la permanencia de la idea a través de la escritura. Y en la evidencia, desde luego. Pero creo que una vez que el escritor está dispuesto a exponer su obra, el lector merece respeto -lo digo como lectora- para no perder el tiempo leyendo cualquier mierda disfrazada de arte (aunque el verdadero escritor pueda convertir la mierda en una obra de arte). Por eso nuevamente me planteo la pregunta: ¿Qué valida al poeta? O mejor aún: ¿qué valida su escritura? Y aunque la respuesta parece estar implícita, no es una redundancia decir que es la escritura la única que valida al escritor. No basta con publicar. Pero tampoco lo contrario. Se trata de la calidad. Y claro, qué mejor si podemos guardar un libro en nuestra maleta y llevárnoslo a cualquier lado.

photo by Mark Álvarez

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Alejandro Murguía me escribe para decirme que en pocos días tendremos una entrevista en UNIVISIÓN. Me dice que de los poetas extranjeros yo soy la única que está viviendo en San Francisco y que de los locales él es el único que habla español. Alejandro es buen tipo, lo concocí el año pasado gracias a Jack. Alejandro es escritor y profesor en la Universidad de San Francisco. Es chicano y dos veces ganador del American Book Award. Además fue uno de los fundadores del Mission Cultural Center y está metido en la movida cultural y de resistencia. Me gusta la idea de la entrevista porque el canal está dirigido al público hispano y podremos invitar a más gente. Además todos los eventos serán gratuitos. Es posible que luego de la entrevista tenga tiempo para leer un poema al aire, así que Alejandro dice que vaya escogiendo alguno. Aquí no tengo impresora, así que lo copio a mano en mi diario. Alejandro me dice que tiene algo que entregarme y que sería bueno primero encontrarnos en North Beach y luego ir al canal en su auto. Le pregunto que de qué se trata y me dice que tiene para mí varias copias del último número de la revista CIPACTLI, de la cual él es editor y sale bajo el sello de la Universidad de San Francisco. Dice que en esa revista aparecen tres poemas míos en inglés y en español. Le pregunto cuáles escogió y me dice que Cuviví, Unos Cuántos Piqueititos y 7 jugadas en blanco y negro. Me alegra la noticia, al menos tendré varios poemas circulando antes del Festival.

Con Alejandro. Mario´s Cafe

El canal queda en el Downtown; y, aunque tenemos tiempo, Alejandro dice que es hora pico y eso complicará las cosas para encontrar lugar para el auto. Hoy es de las pocas veces que ando en auto en San Francisco. A diferencia de cuando estoy viajando, aquí casi ni me muevo del distrito de North Beach, por lo que casi siempre estoy caminando. A veces tomo buses o metros para ir a otros barrios, pero ir en auto es muy raro. Cuando estoy con Mark siempre caminamos o tomamos taxi. Lo que sí me gusta de andar en auto es que puedo cantar subiendo la voz sin que nadie me diga shhhhhhhh. Como ahora que Alejandro pone a sonar Wawanco, son cubano que ya me hacía falta. Qué puedo hacer si soy latina y el ritmo lo llevo en la sangre.

Toda la zona está llena de edificios modernos. Entramos al que corresponde y me piden la cédula de identidad para poder subir. Para mi sorpresa el documento está en mi bolso. Ingresamos y el ascensor parece jugarnos una broma. De arriba a abajo, de abajo a arriba y no logramos salir al piso que queremos. Hasta tanto Alejandro me entrega una hoja de recomendaciones en la que el canal prohibe elegantemente salirse de los cánones establecidos. En uno de los items se aconseja usar colores que sólidos. Pero yo voy cargando un arco iris en mi cabeza. Llevo además walcas de colores intensos y mis aretes son los de Cacha, las orejeras que cuelgan desde mis oídos hasta más abajo de mi cintura. Plumas, alpargatas y el bolso más colorido que tengo. Alejandro se ríe y dice que está bien, que ellos entenderán. Luego de unos minutos del lidiar con el ascensor, somos expulsados a un piso resguardado por puertas de vidrio con muchos códigos para poder entrar.

Una vez adentro la vista es imponente. Como todo lo que se ve desde las alturas. De no ser por los edificios podríamos ver mejor el océano. Al menos podemos observar el Puente de la Bahía y una gama de azules. En la sala de espera encontramos seis personas. Dos son parte del programa, y los otros cuatro también serán entrevistados para promocionar eventos culturales: dos muchachos dicen ser músicos y vienen por un concierto en la Misión, y las otras dos muchachas vienen de San José, una ciudad a una hora de San Francisco. Todos tienen sangre liviana.

Vista del Puente de la Bahía

Los muchachos de la Misión me dejan su contacto luego de su entrevista. Luego seguimos Alejandro y yo. Todo va bien. Entramos al estudio de grabación y el muchacho que necesita colocarme el corbatero no halla por donde meter el micrófono sin enredarse. Yo misma me lo coloco. La entrevista empieza. Alejandro habla de las fromalidades como las fechas, locaciones y actividades programadas. Y yo hablo de lo que me gusta del evento, de la apropiación de los espacios públicos, de la diversidad de lenguas y pensamientos y poesía que se darán cita en la ciudad. De la gartuidad del evento. De que no hay pretexto para perdérselo. Hablo de Kitu y de mi gente exprimiendo el tiempo límite que me da el periodista. Al final, el periodista dice que si podría leer algún poema de mi autoría. Le digo que no hay problema. Leo La Extranjera. Y lo primero que dice el periodista es ¡Vaya, interesante poema! ¿Es tuyo? Y entonces arqueo la ceja y antes de contestarle con alguna ironía, Alejandro se me adelanta y un poco molesto con el susodicho le dice: Claro, hombre ¿por qué crees que está aquí? El tipo dice cualquier cosa, pero sin dejar de sonreir. Qué sería de él si dejara de sonreir y se pusiera nervioso y empezara a sudar y se le corriera el polvo frente a las cámaras. Ficción, pura ficción.

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Al menos leí mi poema y dije las cosas que tenía que decir. Y vestí como quería vestir. En efecto, mi abuelo Carlos debe estar brindando. Salimos nuevamente a la sala de espera. Y es el turno de las muchachas. Yo no sabía que ellas vieron la entrevista que acaban de hacerme. Se presentan, y me dicen que luego de escucharme quisieran invitarme al evento que están organizando. Tema se llama una de las muchachas y sus sonrisa es demasiado dulce como para no tenerla en cuenta. Me hablan del evento: Una noche cultura y resistencia. Será en San José en pocos días. Me cuentan que podré leer, danzar y vender mis artesanías. Dicen que además habrán otros poetas de allá y también asistirá un grupo de danza desde San Diego, un grupo de mujeres de Chiapas que bailan con pañuelos y machetes. Se me encienden los ojos. Pero eso no es todo, Tema intuye que estoy muy ligada a los saberes ancestrales de mi tierra, así que me pregunta si quiero también puedo viajar a San José un poco antes y asistir a un evento que se da una sola vez al año, es una especie de ceremonia en la que bailarán 200 danzantes aztecas. Y cómo decir no a algo así. Y pienso nuevamente en al maravillosa cadena invisible que me lleva a los lugares y gente precisa. La entrevista fue solo un pretexto para encontrarnos con Tema, pienso. Lo importante de la entrevista de hoy fue lo que llegó cuando las cámaras se apagaron y apareció la sonrisa de Tema. Alejandro y yo salimos del canal. Mark me llama y me pregunta cómo me fue en la entrevista. Dice que estpa en el Trieste estudiando con el rabbi. Estoy loca por volver a North Beach y contarle del evento en San José, de los danzantes aztecas, de la sonrisa de Tema.