sábado, agosto 29, 2009

Es tiempo para un café

"He tratado de mostrar al café como un lugar donde uno puede volverse loco."
Vincent Van Gogh
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"Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVII, las etimologías y el sabor del café."
Jorge luis Borges
"Claro que el café es un veneno lento, hace cuarenta años que lo bebo"
Voltaire
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"Los jugadores de ajedrez son clientes poco rentables: se beben una taza de café y se sientan por horas hasta que terminan el juego."
Heinz Machatschek, comerciante
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"Un sorbo baña los espíritu deprimidos y los eleva más allá de los sueños más sublimes."
John Milton, escritor inglés"El café me enardece y alegra, fuego suave, sin llama y sin ardor, aviva y acelera toda la ágil sangre de mis venas."
José Martí, escritor y revolucionario cubano
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"El descubrimiento del café fue, a su manera, tan importante como la invención del telescopio o del microscopio... Gracias al café se intensificaron y modificaron de una forma impredecible las capacidades y las actividades del cerebro humano."
Heinrich Eduard Jacob, escritor y enciclopedista alemán
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"El café es como leche para los pensadores y los jugadores de ajedrez."
Proverbio árabe del siglo XVI
"Los imanes se quejaban de que sus mezquitas estaban vacías, mientras las casas de café estaban siempre llenas."
Alejandro Dumas, escritor francés
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He medido mi vida en una cucharada de café."
Norman Mailer, novelista estadounidense
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"El café ideal es negro como el diablo, caliente como el infierno, puro como un ángel y suave como el amor."
Proverbio turco
"Creo que fue el escritor irlandés George Moore -¿o fue Stendhal?- quien le dio a la pregunta de cómo debe ser promovido el arte una respuesta memorable: establezcan cafés."
René Prévot, gastrónomo francés Yo creo que las buenas combinaciones ya fueron inventadas y que nada podrá superar al café con leche (su inventor debe haber sido un ser excepcional) que es riquísimo y que es la combinación por excelencia."
Jorge Luis Borges
"Me gusta la vida enormemente/ pero, desde luego, /con mi muerte querida y mi café".
César Vallejo

miércoles, agosto 26, 2009

Entrevista en Univisión y previos del Festival Internacional de Poesía en SF

Es extraño. No estoy acostumbrada a esto. Me refiero a las entrevistas y citas previas para cordinar lecturas. Es cierto que desde hace mucho tiempo, cámaras, micrófonos y grabadoras han sido parte de mi rutina, sobretodo en aquellos días en los que -empezando mi carrera periodística- ya reportaba en algún noticiario, locutaba en alguna radio y escribía (escribir es un decir, ya hubiese querido escribir en ese entonces) en un periódico que me colocó -como diría Georges Balandier- en el escenario mismo de la teatrocracia: el Congreso Nacional, donde a diario era testigo de cómo los diputados pagaban en cada sesión su cotidiano tributo a la teatralidad. Pero siempre estaba yo del otro lado. Y ahora son ellos, los periodistas, los que hacen las preguntas. Es extraño. Me llaman a mi celular y dicen -¿Ud es la poeta de Ecuador, verdad? Queremos ver la posibilidad de entrevistarla en nuestro programa. Y yo me río bajito porque eso jamás me ha pasado en Kitu. Al menos no con relación a mi escritura. Incluso creo que más de un colega de aquellos tiempos me miraría extraño si le dijera que escribo poesía. El punto es que me llaman para programar entrevistas en espacios culturales y yo pienso en mi abuelo Carlos. Tengo curiosidad de saber que diría él de todo esto si estuviese vivo. Seguro estaría orgulloso, aunque no supiera de qué carajos va el programa, sé que confiaría en que su primera nieta levantaría polvo al abrir su boca porque hablaría convencida de lo que piensa y hace. -Esa es mi nieta-, diría señalando el televisor. Y lo que para mí no es tan importante, toma sentido cuando pienso en mi abuelo. Acepto la entrevista. Y casi puedo ver a don Carlitos al otro lado de la pantalla, con su sonrisa dulce y su cabello blanco, diciendo: ¡Esa es mi nieta, carajo! Alzando su copa y brindando por mí.

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Ahora que estoy aquí voy tomando más conciencia de la dimensión del Festival. Camino por North Beach y veo afiches por todas partes. De rato en rato alguien me pregunta sobre las actividades completas, dicen que algunos trabajarán pero que sacarán espacio para asistir a mis recitales y a mi danza. Los recitales se dividirán en dos partes. Los primeros días, todos los poetas leeremos en el Palace Fine of Arts (Palacio de Finas Artes) y los siguientes días cada poeta se distribuirá por diferentes distritos de la ciudad. A mí ya me asignaron uno: North Beach. No podía ser de otra manera. Este es mi sector. Será muy lindo retribuir con mi arte a las calles y gente que hace un año me dio la bienvenida sin saberlo. El sitio principal de mi danza será Washington Square y el de mi lectura será el Jack Kerouac Alley, un callejón entre el Bar Vesuvio y la legendaria librería City Lights Bookstore. El callejón lleva el nombre de Kerouac, debido a que el exponente de la generación beat solía pasar mucho tiempo en este sector. Me gusta que sea ahí, por lo que el sitio representa. Así, al aire libre. Y de fondo el mural de resistencia de Chiapas. Me gusta que sea en el lugar donde mis pasos se esculpen a diario.

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Hay mucha gente moviéndose detrás del Festival, principalmente Jack Hirschman y los amigos de la Librería Pública de San Francsico. Durante el evento, los poetas nos hospedaremos en el Hotel REX. Bárbara nos envío un par de fotos del lugar y tiene buena pinta. El edificio está ubicado en el Downtown, cerca de Union Square. El sitio fue inpirado por los salones de arte y literatura de los años 20 y 30, y está decorado con antiguedades y libros viejos en el lobby, además de retratos y fragmentos de escritores regados por los baños y pasillos.

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Me emociona mucho saber que conoceré a poetas de lugares tan lejanos como Sudán, Israel, Vietnam, Rusia, etc,.pero debo confesar que de todos la que más me emociona es Ámbar Past, gringa de nacimiento y mexicana de corazón. Aquella que fue amiga del poeta chiapaneco Jaime Sabines y compinche de las mujeres mayas de San Cristóbal de Las Casas. La que en el primer verso de uno de sus poemas dice: Dedico este poema a los hombres que no se acostaron conmigo. Ya la he nombrado aquí varias veces. Intuyo que de nuestro encuentro nacerá una linda amistad. Ella es una de mis mujeres. Verbo valiente. Pluma lista para el embate. Mujer apegada a la tierra. Mujer de varios ojos. Ya quiero conocerla.

Ámbar Past

Me pregunto que sentirá Ámbar cuando en el Festival yo lea uno de mis poemas favoritos: Pertenencias, y descubra que su nombre también hace parte de mis versos. Jack dice que también me gustará mucho otra poeta que para él es de una calidad tremenda: Talisma Nareen, y por lo que me cuenta sospecho que también habrá mucho que nos unirá. Talisma es poeta, novelista y ensayista de Bangladesh, consagrada por sus escritos en los que expone con valentía la condición de las mujeres en su país. Talisma recibió hace poco el premio Simone de Beauvoir en París. Falta poco para tenerla de frente.

Talisma Nasreen

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Los encargados de montar los stands de libros me han enviado varios correos diciéndome que han buscado los míos en librerías y en portales de internet, pero ninguno los ha registrado. Cómo los van a registrar si jamás he publicado nada. Me refiero a un libro propio. A pesar de que ya tengo 4 reposando en el disco duro de mi computadora. Jack sigue traduciendo mi poesía y fue por ello que descubrieron mis escritos. Me siento mucho más conforme con ellos, pero sigo trabajando. Así como siempre tengo presente la propuesta de Uberto. Pero todo a su tiempo. No hay prisa. Al menos para el festival me alegra no haber quedado afuera por algún criterio pendejo de publicación. Claro que me interesa publicar. Pero nunca ha sido mi obsesión. Sería deshonesto con mi propia escritura hacerlo únicamente con ese fin, al menos ciertos escritos como mis diarios, que son un registro conmigo misma, una serie de autotestimonios, evidencias, fantasías, descepciones, desvaríos, vómitos mentales, desahogos, elegías. Muchas de las cosas ahí escritas nunca llegarán a publicarse. Y quizá sea mejor así. Siempre será más lo que calle que lo que diga. Sin embargo, creo en la permanencia de la idea a través de la escritura. Y en la evidencia, desde luego. Pero creo que una vez que el escritor está dispuesto a exponer su obra, el lector merece respeto -lo digo como lectora- para no perder el tiempo leyendo cualquier mierda disfrazada de arte (aunque el verdadero escritor pueda convertir la mierda en una obra de arte). Por eso nuevamente me planteo la pregunta: ¿Qué valida al poeta? O mejor aún: ¿qué valida su escritura? Y aunque la respuesta parece estar implícita, no es una redundancia decir que es la escritura la única que valida al escritor. No basta con publicar. Pero tampoco lo contrario. Se trata de la calidad. Y claro, qué mejor si podemos guardar un libro en nuestra maleta y llevárnoslo a cualquier lado.

photo by Mark Álvarez

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Alejandro Murguía me escribe para decirme que en pocos días tendremos una entrevista en UNIVISIÓN. Me dice que de los poetas extranjeros yo soy la única que está viviendo en San Francisco y que de los locales él es el único que habla español. Alejandro es buen tipo, lo concocí el año pasado gracias a Jack. Alejandro es escritor y profesor en la Universidad de San Francisco. Es chicano y dos veces ganador del American Book Award. Además fue uno de los fundadores del Mission Cultural Center y está metido en la movida cultural y de resistencia. Me gusta la idea de la entrevista porque el canal está dirigido al público hispano y podremos invitar a más gente. Además todos los eventos serán gratuitos. Es posible que luego de la entrevista tenga tiempo para leer un poema al aire, así que Alejandro dice que vaya escogiendo alguno. Aquí no tengo impresora, así que lo copio a mano en mi diario. Alejandro me dice que tiene algo que entregarme y que sería bueno primero encontrarnos en North Beach y luego ir al canal en su auto. Le pregunto que de qué se trata y me dice que tiene para mí varias copias del último número de la revista CIPACTLI, de la cual él es editor y sale bajo el sello de la Universidad de San Francisco. Dice que en esa revista aparecen tres poemas míos en inglés y en español. Le pregunto cuáles escogió y me dice que Cuviví, Unos Cuántos Piqueititos y 7 jugadas en blanco y negro. Me alegra la noticia, al menos tendré varios poemas circulando antes del Festival.

Con Alejandro. Mario´s Cafe

El canal queda en el Downtown; y, aunque tenemos tiempo, Alejandro dice que es hora pico y eso complicará las cosas para encontrar lugar para el auto. Hoy es de las pocas veces que ando en auto en San Francisco. A diferencia de cuando estoy viajando, aquí casi ni me muevo del distrito de North Beach, por lo que casi siempre estoy caminando. A veces tomo buses o metros para ir a otros barrios, pero ir en auto es muy raro. Cuando estoy con Mark siempre caminamos o tomamos taxi. Lo que sí me gusta de andar en auto es que puedo cantar subiendo la voz sin que nadie me diga shhhhhhhh. Como ahora que Alejandro pone a sonar Wawanco, son cubano que ya me hacía falta. Qué puedo hacer si soy latina y el ritmo lo llevo en la sangre.

Toda la zona está llena de edificios modernos. Entramos al que corresponde y me piden la cédula de identidad para poder subir. Para mi sorpresa el documento está en mi bolso. Ingresamos y el ascensor parece jugarnos una broma. De arriba a abajo, de abajo a arriba y no logramos salir al piso que queremos. Hasta tanto Alejandro me entrega una hoja de recomendaciones en la que el canal prohibe elegantemente salirse de los cánones establecidos. En uno de los items se aconseja usar colores que sólidos. Pero yo voy cargando un arco iris en mi cabeza. Llevo además walcas de colores intensos y mis aretes son los de Cacha, las orejeras que cuelgan desde mis oídos hasta más abajo de mi cintura. Plumas, alpargatas y el bolso más colorido que tengo. Alejandro se ríe y dice que está bien, que ellos entenderán. Luego de unos minutos del lidiar con el ascensor, somos expulsados a un piso resguardado por puertas de vidrio con muchos códigos para poder entrar.

Una vez adentro la vista es imponente. Como todo lo que se ve desde las alturas. De no ser por los edificios podríamos ver mejor el océano. Al menos podemos observar el Puente de la Bahía y una gama de azules. En la sala de espera encontramos seis personas. Dos son parte del programa, y los otros cuatro también serán entrevistados para promocionar eventos culturales: dos muchachos dicen ser músicos y vienen por un concierto en la Misión, y las otras dos muchachas vienen de San José, una ciudad a una hora de San Francisco. Todos tienen sangre liviana.

Vista del Puente de la Bahía

Los muchachos de la Misión me dejan su contacto luego de su entrevista. Luego seguimos Alejandro y yo. Todo va bien. Entramos al estudio de grabación y el muchacho que necesita colocarme el corbatero no halla por donde meter el micrófono sin enredarse. Yo misma me lo coloco. La entrevista empieza. Alejandro habla de las fromalidades como las fechas, locaciones y actividades programadas. Y yo hablo de lo que me gusta del evento, de la apropiación de los espacios públicos, de la diversidad de lenguas y pensamientos y poesía que se darán cita en la ciudad. De la gartuidad del evento. De que no hay pretexto para perdérselo. Hablo de Kitu y de mi gente exprimiendo el tiempo límite que me da el periodista. Al final, el periodista dice que si podría leer algún poema de mi autoría. Le digo que no hay problema. Leo La Extranjera. Y lo primero que dice el periodista es ¡Vaya, interesante poema! ¿Es tuyo? Y entonces arqueo la ceja y antes de contestarle con alguna ironía, Alejandro se me adelanta y un poco molesto con el susodicho le dice: Claro, hombre ¿por qué crees que está aquí? El tipo dice cualquier cosa, pero sin dejar de sonreir. Qué sería de él si dejara de sonreir y se pusiera nervioso y empezara a sudar y se le corriera el polvo frente a las cámaras. Ficción, pura ficción.

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Al menos leí mi poema y dije las cosas que tenía que decir. Y vestí como quería vestir. En efecto, mi abuelo Carlos debe estar brindando. Salimos nuevamente a la sala de espera. Y es el turno de las muchachas. Yo no sabía que ellas vieron la entrevista que acaban de hacerme. Se presentan, y me dicen que luego de escucharme quisieran invitarme al evento que están organizando. Tema se llama una de las muchachas y sus sonrisa es demasiado dulce como para no tenerla en cuenta. Me hablan del evento: Una noche cultura y resistencia. Será en San José en pocos días. Me cuentan que podré leer, danzar y vender mis artesanías. Dicen que además habrán otros poetas de allá y también asistirá un grupo de danza desde San Diego, un grupo de mujeres de Chiapas que bailan con pañuelos y machetes. Se me encienden los ojos. Pero eso no es todo, Tema intuye que estoy muy ligada a los saberes ancestrales de mi tierra, así que me pregunta si quiero también puedo viajar a San José un poco antes y asistir a un evento que se da una sola vez al año, es una especie de ceremonia en la que bailarán 200 danzantes aztecas. Y cómo decir no a algo así. Y pienso nuevamente en al maravillosa cadena invisible que me lleva a los lugares y gente precisa. La entrevista fue solo un pretexto para encontrarnos con Tema, pienso. Lo importante de la entrevista de hoy fue lo que llegó cuando las cámaras se apagaron y apareció la sonrisa de Tema. Alejandro y yo salimos del canal. Mark me llama y me pregunta cómo me fue en la entrevista. Dice que estpa en el Trieste estudiando con el rabbi. Estoy loca por volver a North Beach y contarle del evento en San José, de los danzantes aztecas, de la sonrisa de Tema.

domingo, agosto 23, 2009

Viejo Larry. De armas, disfraces y paranoias

Larry es uno de mis favoritos. Desde que Mark me lo presentó hace un año en È Tutto Qua le agarré mucho cariño. Larry es un tipo muy particular. Su mirada ilumina con el brillo de los que ríen hasta el llanto. Me refiero a los que ríen de verdad, los que no temen que el alma se les salga por la boca en la siguente carcajada. Me gusta su risa estruendosa. Y el contraste entre la ternura de sus barbas y su agresividad inofensiva. Larry está cada día más loco -lo perciben sus amigos- pero sigue siendo agudo y leal. Frontal como pocos. Larry nunca se anda con rodeos. Por eso nos caemos bien. Y por eso quiere y respeta tanto a Mark. Y viceversa. Me soprendió saber que ellos llevan una amistad de treinta años. El otro día le pregunté a Mark algunas cosas de la vida de Larry y me contestó que es mejor que se lo pregunte directamente a él, puesto que Larry le pidió que no se lo contara a nadie. Mark no ha roto su promesa. Desde luego no insistí, porque también yo sé guardar secretos. La confianza es un lujo en estos tiempos (en cualquier tiempo). Me gusta saber que tengo un hombre de palabra a mi lado. Mark me dice que Larry es de los pocos judíos que en realidad considera su amigo. Él sabe que de necesitar su ayuda Larry correría a su lado, pase lo que pase.
Mark y Larry en È Tutto Qua
SF. 2008

Con Larry. SF. 2008

Con Larry en Specs
SF. 2009
Larry me suleta cosas de su vida, pero no deja de ser un enigma. A veces me responde en español porque vivió en México algún tiempo. Tiene buena memoria para no haberlo practicado en años. Larry es otro de los viejos que se me vuelve más sordo cada día, por lo que nuestras conversaciones -al igual que con Leon o Ali Mongo- toman más tiempo de lo normal, hasta que mi voz llegue a su entendimiento. Larry me contagia con sus gestos y sus movimientos bruscos. Inclina el torso, gira la cabeza y coloca su mano derecha en su oído cada vez que le hablo, por lo que buena parte de nuestras conversaciones no veo su rostro sino su oreja. Larry es tremendo. Mark dice que Larry tiene razón en querer mantener en secreto muchas cosas. Presumo que su vida ha sido intensa. Dice que él es otro de los pocos judíos locos que realmente quiere y considera su amigo, como Bob o el Judío Bohemio y otros más que no recuerdo. Mark es testigo de la paranoia cada vez más fuerte de Larry. Incluso llegó a pedirle a Mark un chaleco antibalas porque está convencido de que alguien intenta matarlo. Mark se lo prestó. Por eso le sorprende que el otro día Larry me haya invitado a su casa. Casa que en realidad es un cuarto de hotel. Un cuartito, para ser más precisa. Habitación 128. Yo no sabía nada sobre la persecución. Por eso acepté ir (seamos sinceros, si lo sabía igual iba). El hotel quedaba en los bordes de North Beach y el Distrito Financiero. Subimos los escalones y en la puerta me recibió la foto de un perro rabioso. Casi todos mis amigos en North Beach viven en cuartos de hoteles: Ali, el rabino, Mike, Momo, etc. igual que como tantas veces yo misma lo hecho en el camino, con la diferencia de que ellos lo han hecho durante muchos años; y quizá algunos, quién sabe, incluso lleguen a morir adentro.
Una vez en la habitación, Larry enciende su grabadora vieja y saca una botella de lo que asumo es el resto de vino tinto. Muy fermentado por los días y las noches a la interperie, pienso, pero lo acepto con gusto. Y brindamos. Y reímos. Luego Larry lía un cigarro con algo de mota. Humo y más música. Observo que las paredes están adornadas con una serie de fotografías en blanco y negro. Larry me dice que todas han sido encontradas en la calle, tiradas en alguna esquina. No me sorprende. Aquí la gente compra, usa -o a veces sin usarlo- lo bota en la vereda. La gente bota todo lo que pueda imaginarse, incluyendo recuerdos. Sí, unos botan recuerdos y otros de vez en cuando los recogemos. Y hasta nos damos el lujo de coleccionarlos en la memoria, como si no hubiese ya tanto espacio lleno. En este cuarto apenas hay espacio para un armario, un televisor reciclado y una cama muy modesta. En la pared izquierda hay una especie de altar del que cuelgan plumas y cintas. Le pregunto de qué se trata y me dice que siempre le han gustado los atrapasueños, pero le molestaba que los vendieran ya hechos, así qué decidió hacer uno a su manera, como alguna vez lo había soñado. La idea me pareció preciosa. Después de todo, a mí tampoco me gusta qué nadie me diga cómo atrapar los míos.
A Larry no le gusta mucho que le saquen fotografías, en realidad no es que no le gusta sino que prefiere mantenerse oculto para cuidarse de su presunto asesino. Yo digo que no hay problema, que no le sacaré fotos, pero al cabo de un rato es Larry quien posa ante mi cámara y juega como un chiquillo con los disfraces, máscaras y pelucas que va sacando de quién sabe dónde, como si fuese un mago. Y yo estalló de la risa porque Larry ya no es Larry sino un viejo Santa Claus disfrazado de rey. Un triste rey sin reino luciendo una corona de piedras baratas.

Larry me dice que la verdadera razón por la que me trajo a su casa es porque en pocos minutos se mudará definitivamente a otro lugar. ¡Qué! ¿A dónde vas, Larry? Y me dice que eso no importa, que necesita escapar. ¿Escapar de qué? Yo todavía no entiendo nada. Me dice que llevará las cosas en su motocicleta, al fin y al cabo no tiene mucho, pero que antes quiere regalarme algo. ¿Regalarme?, pregunto sorprendida. Y Larry asienté mostrándome un disfraz de abeja. ¿Y eso?, pregunto. -Es para tí-, responde (me río porque cuando visto de amarillo Mark suele decirme que parezco una abejita). Enseguida Larry saca una peluca y un látigo negro que mueve con fuerza. ¿Eso también es para mí?, pregunto. Y él se ríe como si adivinara mis pensamientos y supiera que la abejita no puede ser tan inocente y quedarse incompleta con unas simples alas. Pero eso no es todo. Larry saca una rata de plástico junto con una trampa y me dice que ese es un regalo para Mark, y luego sigue sacando más chingaderas, como diría mi viejo, una
enorme corbata roja, un pollo de hule, unas bufandas extrañas, una pipa de madera, unos abrigos de cuero y un arma.
Tomo el arma entre mis manos y juego con ella. El arma es de verdad pero pienso que no está cargada. En ese instante alguien golpea muy duro la puerta y Larry se asusta. Yo también. El golpe casi fue un tumbo. Larry me da órdenes susurrándome al oído. Quítate de la puerta, me dice, como si tuviese mayor opción de esconderme en apenas un par de metros. Ponte a un lado o súbete a la cama. Ponerme a un lado o subirme a la cama da lo mismo. Larry me quita el arma, apunta a la puerta y pregunta quién es. Nadie responde. Larry pregunta de nuevo, pero de nuevo silencio. Tratamos de quitarnos el susto con un sorbo de vino. Le digo que si era alguien del edificio que necesitaba ayuda y llegaba a abrir la puerta, Larry lo hubiese asustado con un arma que al fin y al cabo está descargada. -¿¿¿Descargada???, repite Larry mientras echa una carcajada. En efecto, el arma con el que yo jugueteaba hace unos segundos tiene balas que pueden perforar lo que se cruce en su camino. Siento como se hiela mi sangre en un segundo. Ok, Larry, qué demonios está pasando. Y Larry parece despertar de un letargo y se da cuenta del riesgo en el que acabó de ponerme. El punto es que si no hubiese estado ahí y no hubiese escuchado el fuerte golpe en la puerta, diría que fue otra paranoia de Larry. Aunque claro, de haber pasado algo y de haber llegado la policía, hasta qué punto hubiese sido válido el testimonio de una presunta poeta disfrazada de abeja sadomasoquista con un pollo de hule en la mano y sus huellas digitales sobre el arma?
Pasamos el susto. Larry y yo queremos llamar a Mark para seguir conversando los tres juntos. Aunque dentro de mí pienso -aún nerviosa- que de haber pasado alguna desgracia, ahora mismo lo estaría llamando, pero como policía, para pedirle que buscara al asesino de Larry (si es que yo tampoco estaba muerta, claro). Lo llamo, y me dice que está en Vesuvio jugando cartas con Chocolate Dave, y que sería mejor encontrarnos ahí dentro de un rato, al fin y al cabo él ya ha estado en casa de Larry muchas veces y como todo lugar pequeño y cerrado le causa claustrofobía. Pero que quiere verme. Me dice también que tenga cuidado por lo de la presunta amenza a Larry, que no quiere que nada malo me pase. Y que con esto uno nunca sabe, cosas pasan, dice, si lo sabrá él. Cuelgo y en un segundo recuerdo el golpe insistente en la puerta. Y en el arma. Se me hiela otra vez la sangre. Pero lo cierto es que Larry y yo seguimos vivos. Y Mark me espera en el bar de siempre. Larry termina de empacar mis regalos en una bolsa. Nos despedimos. Cierra la puerta y el perro rabioso me parece más diabólico que antes. Trato de no ponerme paranoica, de de no pensar que un sospechoso aparecerá en el pasillo ni que me seguirá por el callejón de afuera ni que tratará de acorralarme. Salgo del hotel y la niebla me envuelve entera. Atrás quedó la habitación 128, pero aún escucho el blues tocando en la grabadora del viejo Larry. Empiezo a cantar para hacerme compañía. Y echo a andar.

sábado, agosto 08, 2009

Sazón ecuatoriana pa´los amigos

... porque vine con la intensión de hacer cosas que en el primer viaje no pude. Como compartir con mis amigos varios platos de los que tanto he hablado, hechos con los productos de mi tierra: plátano, maicito, tómate de árbol, hierba luisa, entre otros...... Por eso estuvo bien empezar con las empanadas de verde rellenas de queso, las humitas de sal y de dulce, las quesadillas con café lojano, el chulpi, el tostado y el ajicito bien puesto. Estuvo bien activar sus paladares con sabores andinos. Jack y Aggie disfrutan de la comida. Y yo tengo la misma cara de satisfacción que mi madre cuando cocina y prefiere comer al último o incluso no comer cuando está atendiendo a su gente. Mmmm, mama! dice Aggie acabándose el último bocado. This is so good! Y Jack detiene sus ojos sobre el ají con la misma atención que pone sobre las palabras. Wait a minute, shunguita -dice- what is this white thing in the salsa? Y yo me río al contestarle que es chocho. ¡Chocho! - repite. Y yo río más. Siempre lo hago cuando me toca hablar del chocho, porque a pesar de que en Ecuador se refiera a una leguminosa originaria de los Andes tan presente en nuestra gastronomía desde la época prehispánica y que posee un alto contenido de proteínas, mayor que el de la soja, en otros lugares, como España, chocho se refiere a la vulva. Por eso nunca olvidaré la primera vez que unos amigos españoles abrieron sus ojos cuando les dije en Ecuador los chochos son buenísimos. "Si algún día van a mi tierra, yo pondré los chochos sobre la mesa". Entonces echaron a reir. -Si es así vamos ahora mismo, dijeron. A Jack le gusta todo lo que sea picante, así que el ají con chocho le fascinó. Pero también le gustó como suena. Yo le dije que se olvidara del sonido por un momento y que mejor disfrutara de la empanada. -Ah, shunguita, es imposible, para mí el sonido de las palabras es vital, el sonido impone el ritmo... no olvides que soy poeta.
chochos con tostado

Estuve ensayando mi danza un par de horas en la cocina. Ahora que Jack y Aggie están fuera del país la casa se siente vacía. Marsha viene de rato en rato y descarga sus fotografías en la computadora y me habla de su alergia al humo. Por eso no puede estar cerca de fumadores ni asistir a parrilladas ni encender inciensos. "Tener esta alergia y vivir en San Francisco es complicado -dice-, porque aunque no fume, siempre que camino afuera ya me viene el olor a hierba por alguna esquina". Marsha sale de la casa en busca de aire puro. Y me quedo para seguir bailando sola frente a la estufa. Mark está trabajando, pero me llama de rato en rato. Es bueno escucharlo justo ahora que me agarra esta melancolía al escuchar los san juanitos y al tocar las chagchas. No estoy triste, le digo, pero bailar sola me transporta a otra dimensión, que no puedo evitar las lágrimas. No estoy triste, insisto, es sólo que me entrego a mi música. Y él me dice que está bien que así sienta, que justamente eso es lo que le gusta de mí, que no sólo bailo por bailar ni hago las cosas por hacer, sino que se trata del alma, saber que siempre hay algo más aquí adentro. Cuelga. Y viendo el refrigerador recuerdo que aún quedan empanadas y humitas por feir, así que decido compartirlas con los otros amigos. Sin pensarlo dos veces las coloco en el sartén para llevarlas al Caffe Trieste, seguro que ahí encontraré a más de uno. Pero quiero que Mark también las pruebe, así que le mando un mensaje y dice que anda complicado, pero que va a intentar. Bajo en 15 minutos, le digo. Pongo la comida en la bandeja, me pongo mi fachalina y me cubro la cara para no agarrar un resfriado, un "golpe de aire" como diría mi abuela. Salgo a la calle y una noche espesa me saluda. Avanzo por North Beach a paso rápido como una dama misteriosa que lleva entre sus manos el encargo que no puede esperar.
Llego al Trieste, y tal como lo imaginaba encuentro a Leon, Vranace, Henri y Stuart. Los pongo a todos juntos. Luego llega Larry y el judío bohemío para completar la escena. No, la escena no está completa, falta Mark. Todos quieren empezar a degustar, pero les digo que se aguanten un poquito a ver si llega el susodicho. Salgo del Trieste y veo su sombra acercarse. Me emociona saber que se escapó un rato del trabajo. Sé que está muy ocupado, pero llegó. Les explico rápidamente que es lo que tienen frente a sus ojos y directamente pa´dentro. Me siento muy bien compartiendo esta mesa ajena e imporovisada con ellos. Vranace me dice que es muy raro lo que estoy haciendo, es muy raro ver a una muchacha caminando por North Beach la noche del viernes con una bandeja de empanadas en las manos para juntar a unos cuantos viejos y brindárselas en un Café.
judío bohemio
StuartVranace, Carla, Henri , Mark Con las manos en la masa...