Ayer quise postear algo sobre el 8 de marzo, pero salí tan temprano en la mañana para la presentación de nuestro grupo de danza en el orfanato, y llegué ya muy tarde que no lo pude hacer. Todavía siento mucha emoción porque -si bien no estuvimos todos los integrantes- pudimos alegrar a los niñitos del lugar. Para mí fue una de las mejores experiencias; sus historias son conmovedoras, pequeños cuyos padres los abandonaron, otros que están en la cárcel, otros que son alcohólicos y obligaban a sus hijos a mendigar y a pedir plata para su vicio, etc. Varios de los niños más grandes llevan sombras en sus rostros, les cuesta sonreir porque desconocen su origen, y saben que dejaron de ser pequeños y que algún momento deberán abondonar su hogar.
Presentamos tres coreografías: San Juan, Bomba y Wuaira, este último lo bailamos sólo dos. Los niños aplaudían, cantaban, silbaban. Al final de la presentación los sacamos a bailar. Me quedo con sus miradas. Recuerdo que se me acercaron un grupo de niñas y me dijeron: Bailas hermoso, ¿eres la profesora?...vas a llegar muy lejos. Lo que ellas no saben es que llegar muy lejos es tenerlas ahí, compartiendo esto que no tendría sentido si se convertiría en algo frío y mecánico. A partir de ahora bailaremos periódicamente en este lugar. Y apadrinaremos a los pequeños rotativamente.
Carlos Sigcho y yo bailando un Wuaira
Una mujer a la que admiro, mi madre, y dos pequeños del orfanato: Iván y Michelle
Ahora bien, por el 8 de marzo, he querido colgar tres poemas que constan en la Revista de Poesía: AULIDO 8/9. Zapatos para las Flores (Punta Umbría, 2002). Una edición que recoge 67 poemas de 31 autorxs, y una serie de fotografías de Ángeles Santotomás, que dan el nombre a este número. Como dice su editor, Uberto Stabile: Son estas páginas de poesía un homenaje heterodoxo y libre a todas y todos quienes somos mujer en algún momento, o siempre, a quienes desde la diferencia levantamos puentes en la empatía, a quienes reconocemos sin preguntar, a quienes nos besamos en lo desconocido.
Señora D.
La Señora D. se aburre,
en traje de domingo,
su gran hombre no regresa,
seguro que no es nada,
son los papeles atrasados
que tiene que planchar,
sobre la mesa,
su nueva secretaria.
La señora D.
se ha mirado al espejo
¡de repente un hueco!
Se fue a buscar comida rápida,
lo tapó con las joyas
lo rellenó de almohadas,
lo cubrió con diplomas:
Doctor honoris causa Sr. D.,
pero el hueco seguía.
Muy espantada la señora D.,
en un esfuerzo sobrehumano,
se acordó de su nombre:
Patricia, de soltera,
y fue llenando el hueco
poco a poco.
Verónica Pedemonte (Montevideo, Uruguay)
de Diario de un rebelde.
Bienes y Servicias
LA POLICÍA HA DETENIDO A UN TENDERO
MADRLEÑO
AGUSTÍN L.C. DE 47 AÑOS
ACUSADO DE VIOLAR A LA HIJA DE UNA DE SUS
EMPLEADAS
BAJO LA AMENAZA DE DESPEDIR A LA MADRE
SI SE OPONÍA O COMENTABA ALGO.
LA MUCHACHA
-DE 18 AÑOS-
LLEVABA 3 AÑOS YENDO TRANQUILAMENTE POR LA TIENDA.
EL PASADO 2 DE ENERO EL JEFE
DE SU MADRE LE PIDIÓ QUE LA ACOMPAÑASE
PARA HACER UNOS RECADOS. AL LLEGAR
A UN DESCAMPADO SE ABALANZÓ SOBRE ELLA
Y LA VIOLÓ.
LA JOVEN
TARDÓ TRES SEMANAS EN DENUNCIAR EL HECHO
POR TEMOR A QUE SU MADRE
-A PUNTO DE ENTRAR FIJA EN LA EMPRESA-
FUESE DESPEDIDA.
Este poema estaba contenido en una noticia de prensa (El País, 23.1.94); mi tarea se limitó a tachar el texto sobrante y disponer las líneas.
Jorge Riechmann (Madrid, 1962)
de El día que dejé de leer El País.
La historia de cualquiera de nosotras
Mírate, mírate digna.
Si puedes.
Mírate y clava tu conciencia
en la carne,
en el currículum,
en los recuerdos que no te permites.
En la basura que te sobra.
Mírate, mírate digna
Y calla.
O grita
sin pulmones
si ves que se te ha deformado el espíritu
con las miserias que te comes
todos los días.
O cómo aprendiste a digerirlas
mejor que las proteínas.
Mete la cabeza en el cubo
y respira.
Mírate, mírate como puedas
si ves que los prejuicios de antes
tampoco te dejaban ser
libre
y ahora ya no son prejuicios
tus responsabilidades
y te sigue faltando oxígeno
porque ya no tienes derecho a
gritar.
Mírate, mírate y recuerda
lo que eres,
porque cuando vuelvas a hacerlo
ya no serás lo que ves.
Pero serás más fuerte.
Y podrás soportarlo.
Eva Vaz (Huelva, 1972)
de La otra mujer.