Lo que yo, Georges Perec, vine a
interrogar aquí es el vagabundeo, la dispersión, la diáspora.
Ellis
Island es para mí el lugar mismo del exilio, vale decir el lugar de
la ausencia de lugar, el no-lugar, el ninguna parte.
es en ese
sentido que estas imágenes me conciernen, me fascinan, me
implican,
como si la búsqueda de mi identidad
pasara por la
apropiación de este lugar-vertedero
donde funcionarios abrumados
bautizaban a los americanos con pala.
lo que para mí se encuentra
aquí
no son para nada las referencias, las raíces o los
rastros,
Sino lo contrario: algo informe, en el límite de lo
decible,
algo que puedo llamar clausura, o escisión, o corte,
y
que está para mí muy íntima y confusamente
ligado al hecho
mismo de ser judío.
(…) En alguna parte, soy “diferente”,
pero no diferente de los otros, diferente de los ‘míos’: no
hablo la lengua que hablaron mis padres, no comparto ninguno de los
recuerdos que ellos pudieron tener, algo que era de ellos, que hacía
que ellos fueron ellos, su historia, su cultura, su esperanza, no me
fue transmitida.
No tengo la sensación de haber olvidado,
sino
de no haber podido aprender nunca.