Gracias a Gabriela Toro por esta nota aparecida en el diario El Comercio (sección El Murcielagario) en la que —a pesar de haber estado ojerosa y molida tras el viaje a Cuenca— logró sacarme un par de sonrisas, reflexiones y la lectura de algunos poemas (tres de ellos inéditos). La entrevista la realizamos en la cantina de Don Carlitos, en el Centro de Quito.
Carla Badillo Coronado, la poesía como trinchera
Redacción Cultura / 26 de junio de 2014
El tiempo, el viaje y la música son tres de las obsesiones de
Carla Badillo Coronado. Su voz, nítida, acompasada y alta, es
acompañada por Fatalidad de Julio Jaramillo. Una rockola Wurlitzer
de más de 50 años retumba en El Tropical, una cantina tradicional
del centro de Quito, donde el paso del relojero solo es palpable por
las canciones y las palabras intercambiadas. Afuera, autos, buses y
personas atraviesan las calles en las horas más tensas de la ciudad.
Cuando tenía ocho o nueve años, no lo recuerda bien, la madre de
Carla encontró en su primer diario, tras desempacar de una mudanza,
canciones que su pequeña hija había escrito. Desde aquellos
momentos el sonido y el silencio la acompañan, aunque la poesía sea
siempre su territorio de partida.
(audio 1. Los gorriones que escucha la abuela)
Su
poemario 'Partituras Incompletas (apuntes de música y otras
obsesiones)' está compuesto en seis movimientos, a manera de una
sinfonía hecha para oídos y ojos atentos que advierten en el
tiempo, los sonidos, el amor que muta, el ritmo, la muerte y el
silencio, una voluntad poderosa y su necesidad de ser por el simple
goce de vivir pese al dolor.
(audio 2. Sin Nombre –dedicado a su abuelo
Carlos)
La Wurlitzer empuja en su interior
acetatos de un repertorio bohemio que esconde con sigilo versos
delicados, dulces y desgarradores. Daniel Santos toma el relevo a la
rockola y canta su obsesión a una mujer: “amor es el pan de la
vida/amor es la copa divina/amor es un algo sin nombre...”. Carla,
en sus Partituras Incompletas, lo llama a ese sentimiento y dice: “El
amor es justamente eso, pienso: lanzarse decidido -con todo el riesgo
que implica- al campo de batallas”. Y es en el juego, la aventura y
la búsqueda de la sorpresa donde Carla Badillo Coronado apuesta sus
mejores cartas. Viajera y lectora consumada, va a contrarreloj
provocando sentidos que transgreden lo rutinario, aquello que ella
llama “las ficciones impuestas”, eso que tanto expone a cada
persona frente a su condición de mortal hasta reducirla a un número
estadístico de algún comportamiento social por clasificar. Carla no
teme a las aplastantes obligaciones de la cotidianidad, de ellas
también se nutre para crear palabras con ritmos que invadan las
certezas.
(audio 3. Canto 2)
En el ejercicio de la
escritura, Carla se ve como a una enemiga; rebusca entre sus líneas
los errores o deslices, no se tolera muchas licencias y, si fuese
necesario, deja reposar el texto hasta que se encuentre lista para
saltar a otro ruedo.
(audio 4. Fortune Cookie)
Si el
tiempo es inaprensible y se va como agua entre las manos ¿para qué
viajar? “Es necesario salir para constatar que quiero volver... y
no volver a un lugar en sí, sino volver a mí”. De un viaje nadie
sale ileso, dice Carla, ni tampoco de la escritura o la lectura. Las
construcciones del lenguaje no son perversas pero sí edificaciones
peligrosas con las que juega ella hasta en la traducción, “otra
manera de profanar” dice Carla sonriendo. Su poesía, tan presente
que se desborda en su condición temporal, tiene voz propia y no se
ancla en los géneros -ni literarios ni del cuerpo-, pues no siente
que escribe una mujer sino un andrógino habitado por multitud de
seres. ¿Detenerse?, ¿aburrirse? Carla Badillo Coronado no se da
tiempo para aquello, el vitalismo es parte de su vida, al fin y al
cabo “... la idea es que el viaje nunca termina”.
(entrevista completa y audios: aquí)