Una
vez, siendo yo adolescente, mi padre me dijo: "Si temes, no
vaciles. Métete en dificultades si ése es el curso honesto a
seguir." Era una hipótesis referida al arte del coraje que me
vi obligado a refinar considerablemente en las guerras burocráticas,
donde la carta que había que jugar era la paciencia. Pero también
sabía que cuando el miedo se volvía paralizante había que
esforzarse por hacer un movimiento o dejar que el alma pagase las
consecuencias. Cuando uno topaba con un fantasma, el curso honesto
era claro: había que seguirlo.
(De 'El Fantasma de Harlot'. Ed. Anagrama. Barcelona. 1991)