domingo, marzo 20, 2011

Desencierros

Luego de 4 días de encierro, hoy salí a caminar sola por el centro histórico de Quito. LLovía, así que fumé un cigarro y entré a un local pequeñito en la Ronda, y resulta que los únicos que estaban ahí eran los del gremio de músicos de ese barrio bohemio (incluyendo los que tocaron para nosotros hace un mes). Así que nomás estábamos la dueña: Doña Miriam, siete guitarristas y yo. Fue un momento muy especial, todos tenían historias de antaño y se portaban conmigo como si ya nos conociéramos de hace tiempos. Cuando apenas llegué, me senté en una mesa en la esquinita, dispuesta a beber un canelazo y a leer un rato mientras afuera  escampaba. El libro en cuestión era "Los sinsabores del verdadero policía" de Roberto Bolaño, que J. me había mandado desde Logroño (sorprendiéndome una vez más con su generosidad e ingenio), y que yo me lo había leído de un tirón a mi regreso, pero ese momento quise abrirlo al azar y leer el párrafo que me tocara, cualquiera que éste fuera... entonces se abrió en una página que decía: "Notas de una clase de literatura contemporánea: el papel del poeta: El más feliz: García Lorca. El más atormentado: Celan y, según otros, Trakl, pero había quien sostenía que los más atormentado fueron los poetas latinoamericanos muertos en la lucha insurreccional de los sesenta y setenta. Y quienes dijeron Hat Crane." Me sorprendí porque precisamente tenía a este último poeta en mente. Cerré el libro, y con una sonrisa nostálgica me bebí un canelazo. Finalmente canté Nuestro Juramento de Julio Jaramillo. Y ya no me importó si afuera escampaba o no.