Calles, restaurantes, edificios, autos, cualquier lugar podría ser un buen sitio para cometer un crimen -dijo alguien-. No, cualquiera no -pensé- los sitios toman vida por lo que simbolizan, y de la misma forma han de morir. Ingresé al subway. Todos se veían azules. No había mucha gente, lo que resultaba muy extraño tratándose del subterráneo de la que es considerada capital del mundo, pero mayor fue mi sorpresa al llegar a la línea Q, la que lleva a la zona financiera de la Gran Manzana. Éramos poquísimos, casi nadie, los que esperábamos el metro. Ya adentro, nadie conversaba, y el tiempo entre una parada y otra era abismal. Aun así, todo eso era tolerable, digo, el pánico que destilaban los cuerpos sudorosos de los pasajeros, el silencio, la paranoia, todo, pero de golpe el metro se detuvo, y no precisamente en una de las paradas. Por las ventanas se observaba cemento, y se apagaron las luces. Sólo se escuchó la voz del chofer para informarnos sobre un pequeño problema, por el que tendríamos que esperar ahí por un tiempo más. ¡Ah, carajo! -dije- y sentí que la sangre se me heló. Recordé los atentados anteriores, como el de Madrid, que ocurrieron justamente en un metro. Las ideas me pasaban en caliente por mi cabeza. En qué momento estalla, en qué momento estalla, hasta que después de nosecuantotiempo las luces se volvieron a encender y el jodido metro arrancó. El pequeño problema tomó casi media hora, y nunca nadie supo lo que en verdad pasó.
Ya en el WTC, habían grupos de personas con todo tipo de mensajes, desde familiares de las víctimas, organizaciones pro-bush, organizaciones anti-bush, polícias, bomberos y paramédicos, pintores, cantantes y locos, los infaltables mensajeros de la palabra de Dios, y, como siempre, la prensa.
¿De donde salió toda esa gente? No lo sé. El punto es que era increíble ver cómo se iba aglutinando para expresar su terror al terrorismo, y en otros casos -con los
que sí compaginaba- les dolía la pérdida de tanta gente inocente; sin embargo, por esa misma razón no justificaban ningun acto terrorista, incluyendo el que su presidente había comenzado en Irak, varios años atrás.
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Investigar, despertar, cuestionar, actuar,
El enemigo está adentro
A lo largo del día, aparecían nuevas voces que revelaban más datos con respecto al tema. Entre ellas, truthmove.org, una organización cuyos integrantes, quienes lucían unas camisetas
negras en las que se leía: Ask questions, demand answers (Haz preguntas, demanda respuestas) o Investigate 9-11 (Investiguen el 9-11), distribuían una serie de documentos interesantes en los que aseguraban que el 9-11 was a inside job, es decir, que el trabajo sucio se había hecho en casa, y que todo había estado previamente maquinado. Aducían que el gobierno sabía que esa sería la excusa perfecta e irrefutable para sus ataques en Medio Oriente. Suena terrible, lo sé. ¿Pruebas? documentos detallados, imágenes, estudios y documentales, en los que prestigiosos investigadores, académicos y expertos en física analizan minuciosamente la caída de las torres, y entre muchos de los resultados se explica que uno de los edificios de la zona se había derrumbado poquísimo antes de que uno de los aviones se estrellara, y que al interior se encontraron restos de explosivos.
En fín, en medio de todo eso -y de tanta bandera yankee- un retrato de un hombre delgado, calvo y sereno se levantó, o mejor dicho, fue levantado por dos jóvenes que venían de Boston. Era el retrato de Gandhi, quien también un 11 de septiembre, hace 100 años, había iniciado con su movimiento de No Violencia. Uno de los chicos dijo: "Deseamos transformar el 9-11 en un mensaje de esperanza. Nosotros queremos recordar a la gente que incluso después de que la violencia ocurra, hay un mundo de posibilidades: no hacer nada o vengarse con más violencia no pueden ser las únicas opciones posibles. Nunca olvidaremos lo que ocurrió el 11 de Septiembre de 2001, pero tenemos la oportunidad de responder de manera que también honre el 11 de Septiembre de 1906. La violencia requiere una respuesta que tenga en cuenta las raíces del conflicto y ofrezca justicia para todos...sin más violencia.
Texto y fotos: Carla Badillo C.
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