martes, octubre 30, 2007

La vida de los otros... o Sonata para un hombre bueno

Si algo hay que destacar en el cine alemán es su capacidad de retratar la historia germana con sobriedad, elegancia y autocrítica. Ya lo vimos en películas como Good Bye, Lenin! de Wolfang Becker (2003) y El hundimiento de Oliver Hirschbiegel (2004), producciones que se ocupan de temas escabrosos como el abuso de poder en la Alemania "Democrática" o el fascismo en la Alemania nazi, en las que incluso el humor y la ironía juegan un papel importante, sin perder el hilo ni un solo segundo. A ellas se suma La vida de los otros (Das leben der anderen, 2006) ópera prima del jóven director y guionista Florian Henckel von Donnersmarck, con la que ganó el premio a la mejor película europea y el Oscar 2007 a mejor película en lengua extranjera, premio que 28 años antes lo conseguiría otro alemán: Volker Schlöndorff , director de El tambor de hojalata, basada en la novela homónima de Gunter Grass, en la que hace alusión a las campañas nazis de persecución racista.
El director Florian Henkel
La vida de los otros desempolva gran parte del totalitarismo de los años 80, en una Alemania en la que el suicidio era una de las salidas más recurrentes frente a tanto desencanto; en la que el arte se debatía entre acostarse con el Estado o autoaniquilarse; en la que la desconfianza a todo -y a todos- era una forma de vida (quizá porque era la única que la garantizaba). La vi hace pocos días -gracias a la sugerencia de mi madre- y aún mantengo la satisfactoria sensación con que salí de la sala.

Henckel nos entrega una película con un guión inteligente, con el que, si bien no existen giros abruptos ni sofisticados efectos especiales, y que por el contrario es sencilla, larga e incluso en ocasiones lenta, logra captar la atención de principio a fin (y en fin incluyo los créditos, hecho que pocas películas lo consiguen). Lo hace con una puesta en escena magnífica, con una ambientación compuesta por tonos oscuros y sepias, exelente fotografía, musicalización adecuada, interpretaciones soberbias, en las que destaco la de Ulrich Mühe (recientemente fallecido) y un final eminente.
El 'Gran Hermano' te vigila

Gerd Wiesler debe escribir en su informe todo lo que ocurra en casa de los artistas

1984. El capitán Gerd Wiesler (Ulrich Mühe) es un oficial extremadamente competente de la Stasi (policía secreta de la antigua RDA (República Democrática Alemana, también conocida como Alemania Oriental o Alemania Comunista), que lleva 20 años en ejercicio de su profesión, al cual le encomiendan que espíe a una pareja formada por el escritor Georg Dreyman (Sebastian Koch) y su esposa, la actriz de teatro, Christa-María Sieland (Martina Gedenk), sin saber de qué manera la vida de ellos influiría en la suya.

Es inevitable no recordar el libro 1984, de George Orwell, en el que se describe a una sociedad totalmente vigilada y controlada por el Gran Hermano, en la que no se admiten más verdades que las del Partido o la película de Coppola, La Conversación (1974), que hace alusión al caso Water Gate en el gobierno de Nixon.

Georg y dos amigos escritores con los que busca la forma de publicar su libro sobre los suicidios durante el régimen totalitario.

Brecht, Beethoven y Lenin

Si algo resulta determinante en la película es la poesía y la música. Escenas a destacar hay muchas, pero elijo tres:

Cuando el amigo de Georg, Jerska, escritor al que se castigó con siete años de suspensión laboral por sus comentarios contra el régimen, muestra su desesperanza, en medio de una fiesta llena de intelectuales. Georg se sienta junto a él al verlo solo, viejo, aislado en un rincón y con el libro de Bertold Brecht entre sus manos. Al día siguiente, el agente entra en el apartamento del escritor clandestianmente, revisa como siempre la habitación y se lleva el libro de Brecht. Al leer el poema "Recuerdo de Marie A.", el capitán de la Stasi se estremece.

Georg y su amigo, el escritor censurado Jerska.

También la escena en que Georg se entera por medio de una llamada telefónica que un buen amigo suyo se ha suicidado. La llamada también la escucha el agente Wiesler, siendo testigo de la reacción del escritor, quien descarga su tristeza-rabia-impotencia tocando en su piano: "Sonata para un hombre bueno", supuestamente de Beethoven (la composición estuvo a cargo del magistral Gabriel Yared (Betty Blue, City of angels, etc) y cuyas partituras se las había regalado Jerska el día de su cumpleaños. El agente se conmueve al escuchar al escritor decir:

-Es imposible que las personas que escuchan esta música no sean buenas. No se puede ser malo luego de escuchar la Apasionatta de Beethoven. El mismo Lenin dijo que si seguía escuchándola no haría la Revolución.
Y el final (que desde luego no lo contaré). Palabras más precisas que las del último diálogo, el director no pudo utilizar.
El cine alemán goza de buena salud, Henkel ha empezado con fuerza su carrera como director y yo esperaré ansiosa su siguiente película. Estoy segura que será de igual o mejor calidad que ésta, que ya se ha constituido como una de las mejores producciones de los últimos tiempos.

sábado, octubre 20, 2007

Dos palabras

Nuevamente el conflicto con el tiempo, la realidad arremetiendo contra la ilusión de ser liviana. Seis días provocando remolinos y el séptimo me crucifica desvíando mis pies hacia el bar más cercano, difuminando mi tristeza entre el humo de cigarros, mientras redefino mis órganos.
Sola. Entro con la seguridad de que nadie conseguirá el secreto de mi carne, embistiendo lo burdo del instinto. Pido una cerveza mientras veo como me devoran las bestias desde sus asientos. Sus miradas perforan mis huesos y repiten como karmas silenciosos: "ojalá sea una de esas putas dignas de sacársele el sombrero". Ilusos en potencia.
Necesito escribir. Me siento en la esquina del lugar y maldigo el esfero que se revienta en mi bolsillo. Pido otro con la misma necesidad con la que pedí esa cerveza, con la misma necesidad voraz que tengo del hombre que se quedó en mi tierra, esperándome con los brazos abiertos, entre un café cargado y sus libros, siempre los libros, fieles compañeros que hoy le reclaman que se concentre en ellos, que ya no piense en la negra, esa negra que desde el sur hoy lo extraña como nunca.
Sola. Imaginando que él aparece, entra de repente por esa puerta rancia y me devora de un sólo mordisco.
Es un reggae el que suena y ya no es deseo lo que las bestias sienten...sino miedo. "Uuuh, no me dejes morir así. Uuuuh no me dejes caer en la trampa". Sola. Me siento cansada como quien expulsa sus demonios después de ser exorcisado con sus propias plegarias, en las que sólo caben padresnuestros terrenales.
Me voy. El poeta que un día dejó el puerto para enclavarse en la ciudad amurallada de volcanes hoy me llama con su voz quebrada por la ausencia. Y aunque no haya aparecido de repente, ni haya entrado por esa puerta rancia, él sabe muy bien como devorarme con dos palabras. Él sabe, aun en la distancia, tatuarme poemas mientras la noche sucumbe frente al sigilio de las primeras luces.
Loja, 20 oct/2007