A propósito de los 191 años que hoy cumpliría Tolstói, comparto unos
fragmentos del libro de Mauricio Wiesenthal: "El viejo León" (Edhasa,
2010), un retrato literario que aborda su genialidad y su proceso creativo.
*******
Las correcciones de Tolstói sobre el
manuscrito de Ana Karénina dan buen testimonio de su forma meticulosa de
trabajar; porque su proceso de creación iba unido a una profunda exigencia de
perfección. En las notas al margen iba añadiendo escenas y personajes, buscando
colorido y sentido estético, cambiando sin cesar el texto original, escrito con
letra más grande.
«Al día siguiente —explicaba— se relee
aquello y hay que tacharlo todo porque falta lo fundamental. No hay ninguna
imaginación, ningún talento; falta ese algo sin lo que nuestra inteligencia no
vale nada... La obra no cuadra más que cuando la imaginación y la inteligencia
van unidas. En cuanto una de las dos domina exclusivamente, todo está perdido.
No queda más remedio que abandonar lo que ya está hecho y comenzar de nuevo.»
Y hay que valorar que, en el caso de Tolstói,
los manuscritos eran bien voluminosos, porque tenía el aliento creativo, la
tormentosa pasión emotiva, la precisión minuciosa, la fuerza mental y la
ascética capacidad de trabajo que distinguen a los genios. Por eso, sus grandes
obras, como Guerra y paz, fueron seguidas de períodos de inactividad —más de
dos años hasta que comenzó Ana Karénina— en los que se dedicaba a mil
actividades distintas. [...]
Así, en enero de 1872, ocurrió una tragedia
en una estación cercana a Iásnaia Poliana: una pobre mujer, enloquecida por los
celos, se arrojó al paso del tren. Se llamaba Ana, y las autoridades locales,
con la fina sensibilidad que distingue a la burocracia, expusieron su cuerpo en
el edificio de la estación; seguramente para ver si alguien la reconocía.
Tolstoi vio aquel cadáver («el cuerpo sin ropas y destrozado») y, en la
vergüenza compartida, en el dolor y en la piedad de aquel momento dramático, se
le ocurrió la historia de una muchacha llamada Ana, cuya vida terminaría de la
misma forma. Se entregó apasionadamente a la nueva novela. [...]
Los originales de Ana Karénina parecían el
testamento de un loco. Sofía copiaba cada mañana en limpio las correcciones,
pero él las tachaba y las corregía de nuevo.