(1974)
Cuando
escribo a mano soy más sincero. Es porque me separo de mi yo “literario”. En
cuanto me siento ante la máquina de escribir, los dedos ya empiezan a
activarse, a alterarse, a ponerme en el encajonamiento del escritor. Cuando
tomo la pluma, todo resulta más incómodo, más embarazoso, poco natural, y, por
lo tanto, no existe la misma facilidad. Te pondré un ejemplo. Picasso, hablando
de su obra, dice a menudo que, cuando ha acabado de pintar una tela, si hubiese
en ella algo bonito o encantador, lo cortaría, porque eso serían expresiones de
su facilidad. Quiere algo que le salga de las entrañas, con lo cual tenga que
luchar, algo que no sea precisamente agradable. Resulto, naturalmente, más
literario cuando escribo a máquina. Todo sale con mayor locuacidad, y también
más atildado. En cambio, con la pluma hay más esfuerzo, y el material parece
que proceda de otra fuente.