jueves, septiembre 04, 2014

Pablo Ramos - La ley de la ferocidad



Camino por Dorrego hasta el costado del cementerio de la Chacarita. Paredón y después, paredón. Putas de cinco pesos, travestis de los que me ofrecen una chupada contra un árbol o adentro, en alguna de las tumbas. Ellos tienen el acceso libre, se le sacuden a los cuidadores y los dejan pasar para que laburen entre los muertos. Nadie te puede joder ahí, debe ser el único lugar donde nadie te puede joder. Sonisa en la cara. Soy gentil con las putas y con los travestis. Casas a los costados. Un Mercedes me interrumpe el paso al salir del garage de su casa. La que acompaña al que maneja me miras un instante con desolación. Como voy caminando soy negro. Y si soy negro soy chorro. Estos barrios fueron obreros pero ahora están de moda. Viven turistas, políticos artistas, la crema de la crema. Musiquitos que vienen a estudiar desde el interior y que odian a sus padres gendarmes excepto a la hora de contar los billetes que reciben por el alquiler de las picanas. Bailarines de tango que empezaron de grandes, gente de teatro vocacional, poetas que titulan sus libros de edición de autor como “Poemario I”, “Poemario II”, Poemario la concha de tu madre. Como si hubieran llegado del futuro y escribieran copiando desde los cuarenta y siete tomos de sus obras completas.

(De La ley de la ferocidad. Alfaguara. Buenos Aires 2007)