
No puedo quejarme.
Hasta el momento, mi instancia aquí , en Nueva York, me ha dejado tantas cosas que mi cerebro se encuentra en un estado de ebullición permanente.
Desde que llegué me he encontrado con gente muy especial. Talvez la que estaba buscando para fortalecer mi esperanza de que no todo está podrido, de que se tiene conciencia de lo que está pasando.
Que hay mucho más que las tiendas de ropa o que las largas filas de pasarela en los pasos zebras de las avenidas principales.
No me he sentido sola.
Tantas historias que encierran un pedazo de diferencia y de esperanza.
En aquel veterano pacifista que no tiene miedo a nada.
En el africano y el hindú que no olvidan sus raíces.
En el chico amante de la literatura con su propia librería callejera.
En el ecuatoriano que se me acercó sin recelo a estrechar mi mano cuando vio mis alpargatas.
En el guardia jamaiquino que nos dejó entrar a mi hermana y a mí al museo metropolitano de arte gratis para ver las piezas egipcias.
En ese boricua que me dijo "prefiero morir antes que ir a la guerra".
En los artistas callejeros y en los rebeldes del downtown.
En Jorge y sus buenos amigos (los tres mosqueteros como los he llamado) que ahora son también míos y, por supuesto, nuestras visitas a museos, librerías y brindis entre versos existencialistas.
Ya me puse en contacto con colectivos en contra de la guerra en Irak, Palestina y Líbano. Y obvio, en contra de la política facista del asqueroso de Bush y su gobierno. Aquí hay resistencia a la muerte de inocentes y se están preparando más cosas.
El sábado se dio aquí una marcha muy grande diciendo NO A LA GUERRA!! (pero de aquello hablaré en el proximo blog, exclusivamente.)
El próximo sábado viajaré a Washington, para la marcha nacional de solidaridad con los países en conflicto, en la que gritaremos frente a la casa blanca el repudio en contra del Gobierno norteamericano e israelí.
El material que estoy recogiendo vale mucho, al menos para mí. Las entrevistas y las fotografías tienen ese contenido que a los "grandes medios" les da por "editar".
El tren que atraviesa la ciudad por debajo de sus calles me intenta llevar con fuerza a un mundo de posibilidades cabalísticas, pero yo no me suelto ni un solo segundo del tubo de la memoria y de mis convicciones.
Costantemente me imagino lo que estuviese haciendo en mi tan amada tierra y cerca de la gente que aprecio.
Es tarde y, como todos estos días, hace mucho calor. Parece como si la temperatura que satura nuestros cuerpos fuese apenas una ligera muestra del "calor" que se esta viviendo allá...en el Medio Oriente.