martes, marzo 06, 2007

Jean Baudrillard ha muerto…es una realidad

La muerte es la única que puede descartar cualquier tipo de simulación. Simplemente, se está vivo o no se está. Es por ello que la noticia del fallecimiento de uno de los pensadores más importantes de nuestros días, el sociólogo y filósofo Jean Baudrillard, me ha dejado una profunda tristeza.

Quizá la noticia me resultó más sentida por la forma en que la recibí.
Me encontraba releyendo (¿coincidencialmente?) Cultura y Simulacro del mencionado escritor, y en un pequeño receso revisé mi mail. En Asunto decía: Murió Baudrillard. Claro, quien me lo envió fue Héctor, un profesor de la Universidad en la que estudio, profundo conocedor de la obra de Baudrillard y quien justamente me invitó al fascinante mundo del maestro francés.

He leído ya varios de sus libros y aún me falta muchísimo por aprender. Hoy por hoy, Baudrillard es uno de los pilares de mi tesis, la cual tiene que ver mucho con el simulacro de la realidad en los Medios de Comunicación…la hiperrealidad.

Transcribo a continuación la información que Héctor me envió:

Autor de una cincuentena de libros, Braudillard fue uno de los representantes más influyentes y polémicos de la corriente denominada postmoderna, que hizo de la crítica de los mecanismos de la sociedad de consumo su distintivo.

Con la publicación en 1968 de "El sistema de los objetos", Braudillard abrió ese frente contra la sociedad de consumo, a partir de entonces uno de sus principales objetivos. Fundador de la revista Utopía, calificado en ocasiones de "nihilista", Braudillard se convirtió en un filósofo sin concesiones, ni siquiera lingüísticas.
A lo largo de su larga carrera como pensador, Braudillard fue cultivando un estilo cada vez más complejo de escritura, al servicio siempre de la polémica, como cuando escribió sobre "la nulidad" del arte contemporáneo, o sobre la "inexistencia" de la primera Guerra del Golfo (1991).

Su afición al escándalo lo llevó también a asegurar tras los atentados del 11 de septiembre que el terrorismo obedecía a una "lógica".
Braudillard es autor entre otros de "El espejo de la producción" (1973), que significó su ruptura con el marxismo, "Cultura y Simulacro" (1978), "Contraseñas" (2002) o de un diario que llegó hasta los cinco tomos, "Cool Memories" (el último volumen publicado en 2005).
Nacido el 20 de julio de 1929 en Reims, Braudillard era germanista de formación, y se inició con traducciones de Karl Marx, Bertold Brecht y Peter Weiss.

Teórico del concepto de la "desaparición de la realidad", a causa del desarrollo de los medios de comunicación de masa, el filósofo se describió en ocasiones como un "desilusionista".
....

Pues bién, me consuela saber que aún me queda por leer muchos de sus escritos.

A continuación, apenas algo de su pensamiento:

La ausencia seduce a la presencia. Seducir es morir como realidad y producirse como ilusión.


Es preciso pensar los mass-media como si fueran, en la órbita externa, una especie de código genético que conduce a la mutación de lo real en hiperreal.


Disneylandia es presentada como imaginaria con la finalidad de hacer creer que el resto es real, mientras que cuanto lo rodea, Los Ángeles, América entera, no es ya real, sino pertenencia al orden de lo hiperreal y de la simulación.

(…)
Semejante mundo se pretende infantil para hacer creer que los adultos están más allá, en el mundo de lo “real”, y para esconder que el verdadero infantilismo está en todas partes y es el infantilismo de los adultos que viene a jugar a ser niños para convertir en ilusión su infantilismo real.

Después de Maquiavelo los políticos quizás han sabido siempre que el dominio de un espacio simulado está en la base del poder, que la polñitioca no es una función, un territorio o un espacio real, sino un modelo de simulación cuyos actos manifiestos no son más que un efecto realizado.

Del mismo orden que la imposibilidad de redescubrir un nivel absoluto de lo real, es la imposibilidad de representar una ilusión. La ilusión ya no es posible, dado que lo real tampoco es ya posible. Es el problema político completo de la parodia, de la hipersimulación o de la simulación ofensiva, el que se plantea aquí.
Por ejemplo: sería interesante ver si el aparato represivo no reaccionaría más violentamente ante una toma de rehenes simulada que ante una real. Al fin y al cabo, la real sólo cambia el orden de las cosas, el derecho a la propiedad, mientras que la simulada interfiere con el mismo principio de realidad. La transgresión y la violencia son menos dañinos, puesto que sólo desafían la distribución de lo real. La simulación es infinitamente más dañina, puesto que siempre está sugiriendo que la ley y el orden en sí mismos podían realmente no ser más que una simulación.

(…)
La hiperrealidad y la simulación disuaden todo principio y todo objetivo; vuelven contra el poder esta disuasión que ha sido tan bien utilizada por largo tiempo. Pues fue el capital el primero en alimentarse a través de su historia de la destrucción de toda referencia, todo objetivo humano, lo que quebró toda distinción ideal entre verdadero y falso, bueno y malo, para establecer una ley radical de equivalencia e intercambio, la ley de hierro de su poder. Fue el primero en practicar disuasión, abstracción, desconexión, desterritorialización, etc; y si fue el capital el que fomentó el concepto de la realidad, fue también el primero en liquidarlo en el exterminio de cada valor de uso, cada equivalencia real de producción y riqueza, en la omnipotencia de la manipulación. Ahora es esta misma lógica la que hoy se endurece aun más contra él. Y cuando intenta luchar contra esta catastrófica espiral secretando un último brillo de realidad, en el que pueda encontrarse un último brillo de poder, sólo multiplica los signos y acelera el juego de la simulación.

(…)
El poder también por algún tiempo ya no produce más que signos de su propia semejanza. Y al mismo tiempo, otra figura de poder entra en juego: la demanda colectiva por signos de poder - una unión sagrada que se forma alrededor de la desaparición del poder. Todo el mundo pertenece a él más o menos con miedo ante el colapso de lo político. Y al final, el juego del poder no resulta ser más que la obsesión crítica con el poder - una obsesión con su muerte, con su supervivencia, cuanto mayor más desaparece; cuando ha desaparecido por completo, lógicamente estaremos bajo el completo hechizo del poder -, un recuerdo cautivador anunciado ya en todas partes manifestándose en un lugar particular, y al mismo tiempo la compulsión para librarse de él (nadie lo quiere ya, todos lo descargan sobre otros), y el aprensivo lamento sobre su pérdida. Melancolía para sociedades sin poder: esto ya alzó al fascismo, esa sobredosis de un referencial poderoso en una sociedad que no puede acabar su lamento.

Entrevistas a Jean Baudrillard

FUENTES:
BAUDRILLARD, Jean, Cultura y simulacro, Kairós, Barcelona, 1993

BAUDRILLARD, Jean y MORIN, Edgar, La Violencia del mundo, Paidós, Barcelona, 2004